"Te crees un genio, pero curras en una fábrica"
David Monteagudo casi no se lo cree. Tiene 10 libros escritos y le ha costado mucho publicar la primera novela, Fin. Ni la agencia literaria a la que recurrió ni alguna que otra editorial le vieron futuro. Hasta que cayó en manos de Jaume Vallcorba, de El Acantilado. Apareció en noviembre y ha vendido 30.000 copias.
Siempre pensó que se jubilaría a los 65 en la fábrica de cartonaje en Vilafranca del Penedès (Barcelona) en la que trabaja desde hace 13 años. Es maquinista. "Meto cajas en la máquina". "No quiero hacerme falsas ilusiones. Te crees un genio y estás currando en una fábrica. Los sueños son una cosa y las aspiraciones otra. En realidad, quería que se editara uno de mis libros para poder seguir publicando. Pero, claro, tal como está funcionando empiezo a plantearme que quizá...". Se calla, no sea que la realidad le fastidie los sueños.
Este maquinista acaba de vender 30.000 ejemplares de su primera novela
Nació en Viveiro (Lugo) hace 48 años. Su familia se instaló en Cataluña cuando él tenía cinco años. El primero fue durísimo. Por eso la cita es en un restaurante gallego. Advierte de entrada que nadie hace las empanadas como su madre, pero le da un notable alto al pulpo a feira. Él también es un cocinillas. Su especialidad es el suquet de rape, y dice que borda la tortilla de patatas. Suele cocinar para familia y amigos en el piso de 40 metros cuadrados en el que vive con su esposa y su hijo.
Le gusta jalar, dice. Pide tres entrantes para compartir, la empanada, el pulpo y un revoltillo de ajos tiernos y gambas, y se los zampa con verdadera felicidad. No se atreve con un chuletón, pero sí con unas chuletas, y no hace ascos al bacallà a la llauna de su anfitriona, al que también le mete el diente. Se mueve con una moto BMW más grande que él. "Son 16 kilómetros hasta la fábrica y un día sí y otro también voy a Barcelona". Durante cinco años fue casteller, de los que aguantan el tronco de la torre humana, y aún ahora, cuando hay acontecimientos importantes, se viste los arreos y va a hacer piña con su colla. Fue campeón junior de maratón en Cataluña y luego, campeón universitario.
Lo de escribir le atrajo desde siempre, pero a los 40 años se plantó. "Decidí leer sólo clásicos y escribir. Los clásicos han forjado el lenguaje que utilizamos. Son valores seguros que no fallan. El que quiera escribir tiene que leer a los clásicos". Tiene listos para publicar una novela sobre su tierra, Brañaganda, y un libro de relatos, Cuentos que acaban mal. Vallcorba asegura que es un escritor potente y le augura un gran futuro.
Fin es una novela inquietante. Tras 25 años sin verse, un grupo de amigos, todos frustrados por una razón u otra, se reúne en un refugio de montaña. Se produce un apagón, desaparece uno de los amigos, luego otro. Más tarde un tercero. Inician la huida en un mundo que de repente se ha vuelto extraño, se cruzan con animales salvajes, encuentran pueblos...
"Hablo de una generación, la que se acerca a los 50 años, quizá la última a la que le ha sido transmitido el sentimiento de culpa y de pecado. Ese grupo hizo una crueldad a los 20 años, parece que no les ha afectado, pero les pasa cuentas. Somos una generación un poco desubicada, entre aquella que jugaba a creer en ideales y otra más interesada en hacer dinero de forma rápida".
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