López toma la iniciativa con un plan social para desmarcarse de PNV y PP
El 'lehendakari' intenta hacer frente a los malos resultados de las encuestas
El lehendakari Patxi López tuvo un fuerte sobresalto cuando poco antes de las fiestas navideñas, el Euskobarómetro, el prestigioso sondeo de opinión de la Universidad del País Vasco, reflejó que a los siete meses de su mandato sólo un 21% de los vascos confiaba en su acción de Gobierno. La sorpresa de López estribó en que los ciudadanos vascos no habían valorado el entierro de la confrontación política entre nacionalistas y no nacionalistas de la etapa de su predecesor, Juan José Ibarretxe, ni el del enfrentamiento permanente con el Gobierno de España a cuenta de los planes soberanistas y la consulta.
Parecía como si el regreso a la política de diálogo entre los partidos, el acuerdo, en el que, además del PP, también participó el PNV, en los Presupuestos del Gobierno vasco y las diputaciones o el estrechamiento de las relaciones con las comunidades vecinas (Navarra, Cantabria y Asturias) no contabilizara políticamente. Ni tampoco el esfuerzo realizado por la Consejería de Interior, con un peso pesado como Rodolfo Ares al frente, en la deslegitimación social de ETA. Todas estas iniciativas tan bien valoradas en el resto de España no eran, sin embargo, reconocidas en Euskadi.
Presidentes de las mayores empresas vascas le asesoran en temas económicos
Sin embargo, Patxi López y su equipo no se han dejado arrastrar por el desánimo y han entendido que el balance de los siete primeros meses de Gobierno ha sido positivo por necesario, pero insuficiente. Necesario porque en Euskadi resultaba urgente recuperar el diálogo entre los partidos vascos, las organizaciones empresariales y sindicales y las relaciones con las instituciones de España y con las comunidades vecinas. También lo era profundizar en el achique de espacios al terrorismo en la calle, tras los más de diez años de mandato de Ibarretxe. Pero resultaba insuficiente.
López y su equipo han reaccionado con rapidez y se han convencido de que necesitaban ofrecer un nuevo perfil del Gobierno. El primer Ejecutivo no nacionalista en Euskadi, presidido por un socialista, no podía limitarse a ser el de la deslegitimación de ETA o la antítesis de los gobiernos de vocación soberanista de Ibarretxe, que es lo que se había visualizado en los siete primeros meses de mandato. En esta actividad, el Gobierno de López no se diferenciaba de un Gobierno del PP vasco ni manifestaba su pretensión de ser un Ejecutivo transversal.
López necesitaba un plan de Gobierno con identidad propia, diferente del PP y de los nacionalistas, y apostó por situar como prioridad un proyecto de reformas socioeconómicas, que se ajusta mejor a las necesidades de un país en crisis, como Euskadi, y a la identidad socialdemócrata de un partido de fuerte tradición obrera como el PSE. Exigió a sus consejeros que presentaran sus planes en los consejos de Gobierno, los jerarquizó y estableció una política de reformas sociales común.
Para visualizar su proyecto, que el lehendakari define como un "nuevo contrato social", inició, hace 10 días, una campaña de actos en Vitoria, con participación de todos los altos cargos del Gobierno vasco, y en Bilbao, un acto masivo con el PSE. La campaña finalizó la pasada semana en Madrid. López pretende desplazar el viejo debate nacionalista sobre la identidad en Euskadi por un debate sobre la financiación y el futuro del Estado del bienestar vasco. Su plan, con vocación de vanguardia nacional, como lo fueron antaño los planes sociales de Euskadi, pretende hacer del impulso de la reforma de la sanidad, con un tratamiento individualizado y a domicilio de los enfermos crónicos a través de las nuevas tecnologías, y el seguimiento individualizado de los parados, el eje de su política en la legislatura.
En el terreno económico ha aprovechado sus buenas relaciones con los representantes de las principales empresas vascas para dotarse de un consejo asesor, en el que están presentes el presidente de Petronor y ex presidente del PNV, Josu Jon Imaz; el del Grupo Mondragón, José María Aldekoa; el de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, entre otros. A ellos consultará su estrategia contra la crisis económica, en cuya salida Euskadi es puntera. Con esta iniciativa transversal pretende abrir su Gobierno a la sociedad vasca en un asunto primordial como la salida de la crisis.
En el establecimiento de estas prioridades socialdemócratas, López ha trabajado sólo con su equipo y está implicando a su partido, el PSE. Sus nuevos planes no contradicen el acuerdo de gobierno que tiene con el PP vasco, centrado en la lucha contra el terrorismo, la deslegitimación de ETA y la marginación del debate identitario nacionalista. En estos puntos mantiene la complicidad con el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti.
Los socialistas vascos están convencidos de que la apuesta del PP vasco por sostener el Gobierno de López es duradera porque un fracaso de este Ejecutivo dejaría una huella negativa muy profunda no sólo en el PSE sino en el conjunto de la corriente no nacionalista del País Vasco.
López pretende mantener el diálogo abierto con la primera fuerza de Euskadi, el PNV, que se zanjó positivamente con la mutua abstención en los Presupuestos del Gobierno vasco y de las diputaciones, donde gobiernan los peneuvistas. El día 29, López se reúne con el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, en Ajuria Enea y tratará de llevar la colaboración a su terreno, el de la lucha contra la crisis y las reformas sociales. Urkullu pretende introducir el debate preferente de los nacionalistas, el de la superación del Estatuto.
Las tensiones entre peneuvistas y socialistas se han aminorado en relación con las existentes inmediatamente después de la formación del Gobierno vasco en mayo. Y también han repercutido en Madrid, dónde el PNV abandonó la beligerancia contra el Gobierno de Zapatero. No obstante, el PSE reprocha al Gobierno central y al PSOE haber cedido en la negociación presupuestaria con el PNV en el aplazamiento del traspaso de las políticas activas del Inem. Cree que debía hacer valer el voto decisivo del PSE en las diputaciones, donde gobierna el PNV.
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