Autoconciencia narrativa
Narrativa. Vuelve Álvaro Pombo con una novela que insinúa un ejercicio de autoconciencia narrativa. La previa muerte del lugarteniente Aloof tiene a ráfagas algunos de los alicientes de su mejor literatura, sólo que esta vez el autor ha considerado insuflarla con una dosis de reflexión metaliteraria. La novela se divide en dos secciones. Una nos presenta la existencia de una especie de diario de campaña escrito por un militar en una guerra indeterminada (pero que bien podría ser la guerra civil española) y la otra es el comentario del diario llevado a cabo por un profesor de narratología que se encontró de casualidad con dicho texto en una librería de viejo. Tenemos por tanto un texto autobiográfico (o tal vez de ficción) escrito por alguien de quien sólo sabemos que era militar, que participó en una guerra y que conoció a un extranjero que luchaba a su lado y por el que sintió inesperadamente un gran afecto. Luego tenemos las reflexiones del narratólogo, que no ceja en su intento de rastrear no tanto los elementos literarios que conforman el diario como la vida misma de su enigmático autor. El narratólogo identifica a la probable esposa del llamado Aloof, Doña Isabel. La visita, dialoga con ella y sale convencido de que la mujer es la viuda del otrora militar Aloof.
La previa muerte del lugarteniente Aloof
Álvaro Pombo
Anagrama. Barcelona, 2009
179 páginas. 16 euros
Resulta una ironía que siendo uno de los personajes de la nueva novela de Pombo un experto en la organización de todos los materiales que conforman una novela, no haya medido el autor santanderino la insuficiencia formal que supone querer casar dos registros tan distintos, para al final dejarnos con la sensación de haber leído dos incipientes novelas que nunca debieron comparecer tan innecesariamente unidas. El diario tiene él mismo la suficiente entidad narrativa como para defenderse y justificarse sólo ante los lectores. Qué novela sobre la guerra o contra la guerra desperdicia Pombo. O sobre el amor y el odio. La pirueta metaliteraria encarnada en la figura del narratólogo, por otra parte, daña no sólo el diario sino incluso la hermosa novela que pudo haber concebido Pombo con ese personaje de tanta entidad novelística, tan pomboliano si quieren, en la figura de Doña Isabel. A este crítico le hubiera gustado leer (que no saber) más cosas del lugarteniente Aloof. La historia y el tratamiento estilístico se merecían un desarrollo de mayor calibre. Y la historia de la mujer que dialoga con el narratólogo, teniendo por momentos ese misterio de Los papeles de Aspern de Henry James que magnetizaba, también se merecía otro espacio narrativo.
No quisiera terminar esta reseña sin hacer mención de un hecho que me llamó poderosamente la atención. En la solapa del libro de Pombo se citan todas las obras del autor, pero no sus dos últimas novelas, La fortuna de Matilde Turpin (Premio Planeta del 2006) y Virginia o el interior del mundo (también editada por Planeta). Atribuyo estas ausencias a un descuido. Un descuido porque entiendo que estas dos novelas que se silencian forman parte absolutamente del personalísimo mundo de Pombo.
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