_
_
_
_
Reportaje:

Con La Negra en el corazón

Serrat, Ana Belén o Pedro Guerra evocan a Mercedes Sosa en el teatro de la Zarzuela como gran emblema iberoamericano e indígena

Bien lo dijo el poeta Sabina: era "la gran dama que bordó puntos y comas en las prisas del idioma de la gente". Decía bien, porque aquel pasado 4 de octubre, en el sanatorio bonaerense de la Trinidad, a un buen puñado de argentinos no se les murió un ídolo, sino casi una madre.

Cinco grandes artistas de las dos orillas rindieron anoche tributo en el teatro de la Zarzuela a la voz eterna de Mercedes Sosa, y lo hicieron como a La Negra más le hubiera gustado: con emoción serena y contenida, apelando a la hondura de la palabra, a la belleza de ese repertorio popular y valiente que la india tucumana escribió, abrazó o popularizó -casi amamantó- a lo largo de cinco décadas.

Al actor Sancho Gracia, un madrileño de alma medio argentina, le cupo el honor de conducir una gala a la que él quiso imprimir un nada impostado seseo porteño. Era curioso escuchar a los venerables integrantes de Opus Cuatro, abrumadora formación vocal con cuarenta y pico años de trayectoria, evocando a Sosa como la cantora (ella nunca habría dicho cantante) que les enseñó a honrar la vida y dar voz a América.

Fueron tres canciones por cabeza y una marea de aplausos
Ana Belén: "Llevamos unos años de muchas ausencias"

Pedro Guerra salió solo con su guitarra, tocando arpegiado, cantando bonito y casi en un susurro, hasta que confesó el impacto que a los 16 le supuso descubrir a La Negra en su Güímar natal: "Escuché aquellas casetes hasta que se les cayeron los cachitos de hierro y cromo...".

Ah, las confesiones. Las hubo lindas, mucho. Como cuando Ana Belén, de blanco impoluto, casi murmuró: "Llevamos unos años de muchas ausencias". Regaló Vengo a ofrecer mi corazón con un gusto exultante, porque el tiempo sólo parece dejarle a esta mujer sabiduría, y ni un ápice de cansancio, en el poso de la garganta.

Justo antes había desfilado Tania Libertad, peruana de voz avasalladora, y un Joan Manuel Serrat al que Madrid quiere tanto que un caballero le jaleó y dio la bienvenida con un "¡Guapo!" nítido y rotundo. Y aunque su quintaesencial gorjeo ha perdido parte de aquella fuerza de antaño, avivó unos cuantos lacrimales con sus interpretaciones de Cantares y Aquellas pequeñas cosas.

Fueron tres canciones por cabeza y una marea de aplausos y recuerdos. La bondad de Mercedes, su compromiso con el pueblo y la vida, trascienden a esa "muerte ritual" de la que hablaba en Zamba para no morir. Ella ahora duerme; ya ha tenido que verse borrar, como decía aquella letra, conmovedora como casi todo lo que salía de sus labios. Pero le sobrevive su generosidad con el prójimo y el orgullo de una folclorista que jamás olvidó cuál era su procedencia.

Lo trajo a colación Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano, citando otra más de tantas frases emotivas que gustaba pronunciar a la homenajeada: "Dale tu mano al indio. Dásela, que te hará bien".

La ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, recordó cómo la conoció, por estas casualidades de la vida, en una ciudad tan poco austral como Los Ángeles. En aquellas latitudes aprendió la hoy ministra a "conocer a los hermanos iberoamericanos con el corazón antes que con los ojos". Sobre todo porque La Negra le transmitió una virtud bien valiosa: "Sentirme orgullosa de hablar su mismo idioma y de parecerme a mí misma".

Cinco pequeños recitales, 15 canciones, unas gotas bien dosificadas de melancolía. Hora y media de reconocimiento póstumo a la mujer que encarnó -volvemos a Sabina- "el canto ancestral" de todo el pueblo argentino. Decía Facundo Cabral que cantante es el que puede y cantor, el que debe. Y el corazón de La Negra, qué duda cabe, nunca le faltó a sus obligaciones.

Victor Manuel, Tania Libertad y Ana Belén,  en el homenaje a Mercedes Sosa.
Victor Manuel, Tania Libertad y Ana Belén, en el homenaje a Mercedes Sosa.ÁLVARO GARCÍA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_