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Catástrofe en Haití

Los ricos salen casi indemnes

Los habitantes del distrito privilegiado de Puerto Príncipe escapan del terremoto sin un rasguño - El mercado negro no conoce la escasez

Francisco Peregil

Conforme se asciende por la colina de Montagne Noire, en el distrito de Pétion Ville, van quedando atrás el polvo, la miseria y la muerte que asedian Puerto Príncipe. Por el camino se ve alguna tubería rota y la gente aprovecha para asearse. Pero a los más ricos de la capital de Haití el terremoto apenas les afectó.

En lo alto de Montagne Noire se encuentra el hotel Ibo Lelé. Su directora, Elsa Baussan, es también vecina del barrio. "En esta zona no hay casi ningún edificio afectado. Y en nuestro hotel, ningún daño", relata. "El almacén lo teníamos lleno y no hemos notado escasez de ningún producto hasta ahora. Pero no sé si empezaremos a notarlo más adelante, porque no estamos recibiendo abastecimiento".

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El esposo de Baussan, Noel Godulons, se muestra muy crítico con la ayuda de los estadounidenses: "Lo quieren acaparar todo. Se han adueñado del aeropuerto y sólo dejan aterrizar a sus aviones. Por lo visto, un avión ruso ha tenido que irse sin aterrizar porque ellos no lo han dejado".

Elsa Baussan lamenta que hasta ahora no haya ni Gobierno nacional ni ayuda extranjera en la calle. "Se ven pasar los camiones de la Cruz Roja, pero no se ve a ninguno dando ni siquiera agua. Y los cadáveres, cada uno los entierra como puede. En casa de mi madre, en otro barrio, han muerto siete personas y a cuatro de ellos los hemos tenido que enterrar en el jardín", se lamentaba.

-¿Qué está haciendo la clase alta de Haití por sus compatriotas afectados?

-Muchas cosas. ¿Usted sabe cuántos funerales de mis empleados he pagado yo? Eso es una ayuda, pero no se ve.

-¿Cuántos funerales ha pagado?

-Ni lo sé. Tengo 70 empleados, pero ahora mismo ni lo sé. Ya me lo dirá mi contable cuando pase esto. Primero hay que hacer la tortilla y después contar los huevos. Hacemos lo que podemos, aunque también estamos afectados. Mi sobrino ha perdido tres de sus almacenes. Y mi cuñado, que es el dueño de la Pepsi-Cola en Haití, está regalando los refrescos. Le he pedido para el hotel y me ha dicho: "Si te doy algo lo vas a vender y todo lo que tengo ahora mismo es para regalar".

Los niños de los ricos, igual que los pobres, tampoco tienen escuela en Puerto Príncipe. "Aunque ellos estén ilesos y los colegios privados sin daños, no se puede dar clase con la miseria que hay por ahí fuera", reconoce Baussan.

Las gasolineras se encuentran atestadas de motoristas y conductores de vehículos. Hay que esperar más de dos horas para llenar el depósito. Pero los ricos pueden salvar el escollo pagando algo más en los puestos callejeros del mercado negro para abastecerse de combustible.

En el barrio aledaño de Morne Calvaire, el director de Haiti Business, la única revista de negocios del país, Claude Cadiot, comenta que él tuvo la inmensa suerte de que le sorprendiera el terremoto en París.

"Pero ahora estoy llamando a los más de 200 clientes que se anuncian en mi publicación para ver quién se ha muerto y quién no se ha muerto. Por lo que voy viendo, la mayoría ha tenido suerte", explica.

Hay pequeñas molestias que alterarán durante algún tiempo la vida de los ricos. La famosa galería de arte Nader, que aparece en todas las guías de viaje como centro de la mejor pintura haitiana, ha cerrado sus puertas estos días.

El campo de golf Pétion Ville Club se encuentra tomado desde el sábado por 300 marines de Estados Unidos. Y tienen intención de seguir un buen tiempo instalados por allí.

El Instituto de Danza Lynn Williams Rouzier también ha paralizado sus actividades, aunque el edificio permanece intacto. Pero la vida continúa en lo alto de las colinas más altas de Pétion Ville, donde sólo tiene sentido vivir si uno posee un buen coche. Los tiros y los disturbios callejeros que se desatan por el hambre nunca llegan hasta allí.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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