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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La isla extraterrestre

Javier Ocaña

El mejor director no es el que más filigranas de puesta en escena demuestra por minuto. Ni el mejor diseñador de sonido el que más efectos cambiantes acumula. Ni el mejor fotógrafo el que más interviene en la naturalidad de la luz. Ni el mejor músico el que logra que el espectador salga del cine acordándose de su trabajo más que de ninguna otra tarea. Los mejores en cada apartado son los que se ajustan, o se pliegan, a las necesidades concretas de la historia que se está contando.

En la película Hierro, solvente primer largometraje del experimentado realizador de publicidad Gabe Ibáñez, da la impresión de que la historia está pidiendo a gritos a sus creadores un trabajo distinto del que han realizado. Ibáñez muestra infinita creatividad y oficio, pero no adecuación. Igual que muchos de sus técnicos (se supone que a sus órdenes). Sin embargo, la intriga de Hierro, alrededor del secuestro y la desaparición de niños, aunque con la isla canaria como eje central y verdadera coprotagonista, está rogando apego a la tierra, sencillez, sutileza. Que la isla como escenario apocalíptico, casi extraterrestre, sea olida, respirada y sufrida por el espectador.

HIERRO

Dirección: Gabe Ibáñez. Intérpretes: Elena Anaya, Bea Segura, Andrés Herrera, Mar Sodupe.

Género: intriga. España, 2009. Duración: 90 minutos.

Corte minimalista

El guión de Javier Gullón, como ya le ocurría al de El rey de la montaña (Gonzalo López-Gallego, 2007), es de corte minimalista. Diálogos e información reducidos a la mínima expresión; para entendernos, a la manera de Deliverance, lo que lleva a que la acción sufrida por el protagonista (en este caso una madre que pierde a su hijo en el ferry de llegada a la isla) deba ser una experiencia que se meta en el estómago de la audiencia.

Este tipo de libretos obligan al director a intervenir, pero Ibáñez se ha acogido a la distancia, a la frialdad y a la brillante parafernalia, a la película de mente en lugar de a la película de tripas. Es su opción. También lo fue para Brad Anderson en El maquinista (2004), cinta con la que Hierro tiene variados elementos de contacto en cuanto a la escritura y a la explicación del desenlace. Las dos son obras estimables técnicamente. Pero innecesariamente gélidas.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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