_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Feijóo no es lo que parece

Cumpliendo con un ritual fuertemente arraigado en la vida política gallega, Núñez Feijóo situó en el frontispicio de su programa electoral la necesidad de abordar una nueva forma de hacer política y, en consecuencia, poner en marcha lo que se denomina una regeneración democrática. Es decir, modificar de forma radical la relación con la sociedad, activar todos los mecanismos de control del poder, revitalizar el funcionamiento de las instituciones democráticas, en primer lugar del Parlamento, y demostrar que la Radio Galega y TVG han dejado de ser instrumentos gubernamentales para transformarse, ¡por fin!, en medios de comunicación públicos que practican la veracidad informativa y el respeto al pluralismo político y social.

Como sucedió en el fraguismo, entramos en un periódo de premeditado deterioro de la democracia

Pero una vez ganadas las elecciones, Feijóo, cumpliendo con otro viejo ritual, se olvidó por completo de todas las promesas y dedica todo su esfuerzo a conseguir la concentración del poder. Su diseño expansivo y excluyente, en abierta contradicción con sus compromisos electorales, puede erosionar todavía más la calidad de nuestra democracia, es decir, los derechos y las libertades de los ciudadanos.

Es evidente que Feijóo proyecta una imagen muy alejada de la acartonada figura de Fraga y de su rancia manera de gobernar. Pero un análisis más pormenorizado de su proyecto político revelará que éste tiene más coincidencia con el desarrollado por el fundador del PP de lo que a primera vista parece. En efecto, durante su mandato Fraga promovió, de forma unilateral, dos importantes iniciativas políticas que arruinaron el consenso con el que se había elaborado las reglas del juego democrático en Galicia. Fueron la reforma de la ley electoral y la del reglamento del Parlamento. Con la primera de estas iniciativas, Fraga pretendía dificultar la alternancia democrática y asentarse indefinidamente en el poder; con la segunda, evitar, o al menos limitar drásticamente, el control democrático y parlamentario de su Gobierno.

La reforma del reglamento de la Cámara postergó a la institución parlamentaria y la relegó a un papel subalterno e irrelevante para la opinión pública. Un hecho especialmente grave, si se considera que el Parlamento es el único espacio en el que las diferentes alternativas políticas pueden confrontarse y la oposición controlar al Ejecutivo. Es cierto que desde la pasada legislatura el presidente de la Xunta comparece, a iniciativa propia o requerido por la oposición, en todos los plenos de la Cámara, lo es también que, mediante normas interpretativas del reglamento, se han acortado los tiempos de tramitación de las iniciativas parlamentarias, agilizando así el funcionamiento del Parlamento. Pero todo ello, siendo insuficiente, se debe exclusivamente a la acción del denostado bipartito. En la línea de Fraga, Feijóo y la mayoría popular, que tan amargamente se quejaban del funcionamiento parlamentario cuando eran oposición, no tienen la más mínima intención de devolver a la Cámara el papel central que le corresponde en una democracia.

Pero las coincidencias con Fraga no terminan aquí. Emulando a su predecesor popular, la política cultural y mediática de Feijóo persigue un objetivo invariable: el gobierno de las ideas y de los valores, indispensable para ejercer una hegemonía de hecho y perpetuarse en el poder. La expresión más acabada de este modelo se encuentra en el dominio de los medios de comunicación. En esto Feijóo, como Fraga, es implacable. La RTVG y los demás medios de obediencia gubernamental funcionan como un disciplinado ejército dedicado a destilar el discurso clónico que interesa al Gobierno y a castigar a la oposición con el ostracismo, sin ninguna clase de escrúpulo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Entramos así, como sucedió durante el fraguismo, en un período de premeditado deterioro de la democracia. El resultado será, como entonces, desolador: una gigantesca red clientelar sostenida con fondos públicos y un dominio de las instituciones públicas y privadas que coloquen al Gobierno de Núñez Feijóo a salvo de las críticas y el control de la sociedad. Los hechos demuestran que Feijóo no es lo que aparenta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_