"Ya no tengo ni con quién enfadarme"
Los viajeros vuelven a quejarse de falta de ayuda y descontrol en Barajas
La terminal T-4 de Barajas era ayer un auténtico hervidero humano en el que los viajeros de las diferentes compañías se resignaban a guardar interminables colas. Cientos de personas intentaban cambiar sus tarjetas de embarque, o simplemente, conseguir algo de información sobre sus vuelos.
"Es que no sé ni adónde tengo que ir", explicaba Francois Roland a su padre por teléfono. "No nos dicen nada", se lamentaba María Isabel Meléndez Martínez, una sevillana que vive en Bolonia y que se convirtió en portavoz oficiosa de algunos viajeros de su vuelo. "En total somos unas 15 personas, entre ellos cinco niños, que hemos tenido que dormir en el aeropuerto. Tenemos claro que esta noche nos toca pasarla de nuevo en Barajas", explicaba.
También en el mismo vuelo tendría que haber viajado Anne Hildegard, una mujer surafricana que llevaba a su hijo de tres meses en brazos: "No estoy ni enfadada. Pero es que no tengo ni con quién enfadarme, porque nadie nos dice nada. Fui a un hotel a pasar la noche, pero ahora mismo no sé si Iberia va a sufragar el gasto", contaba.
Con cara de pocos amigos estaba también Nubia Suárez Tello. Su madre, Nora Eugenia, una mujer de 75 años con movilidad reducida, se quedó atrapada, junto con otras tres personas en silla de ruedas, la mañana del domingo en una puerta de seguridad del aeropuerto. Iban a tomar un vuelo a Bogotá con Avianca, pero se les escapó pese a que el comandante retrasó el despegue del aparato 20 minutos. El incidente se produjo tras un corte de luz, cuando los cuatro discapacitados eran conducidos por otros tantos operarios a la puerta de despegue. "Lo peor de todo es que desde que perdieron el vuelo hasta que llegué yo de Valencia no le dieron ni un vaso de agua a mi madre", denuncia Nubia. Un portavoz de AENA negó la versión de esta familia y dijo que la mujer de 75 años rechazó la ayuda de la subcontrata que se encarga del servicio de asistencia a personas con movilidad reducida.
Para conseguir nuevos vuelos resultaba imperativo guardar una cola de casi dos horas. "Hemos llegado hace tres horas y hemos visto en los paneles que mi vuelo estaba cancelado. He tenido que guardar la cola para ver si puedo viajar de Casablanca en otro", relata Fátima Mohamed, acompañada de dos de sus hijas, y que había comprado el billete con Iberia.
Por su parte, Ángela, trataba de buscar una alternativa a su vuelo a San Sebastián: "Estoy llamando por teléfono a Renfe, ya que creo que va a ser la única forma posible de viajar allí", explicaba esta joven. Al contrario que la mayoría de pasajeros de la T-4, no se quejaba del trato recibido de AENA o Iberia. "Nos dieron de cenar y nos trasladaron anoche hasta un hotel cercano".
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