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Columna
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Jacobeo eres tú

Por alguna razón que desconozco, la gente que se cruza conmigo en las ciudades tiende a preguntarme por un lugar o una dirección. Hace unos días, sin ir más lejos, me preguntaron en Barcelona por "la catedral del mar", en referencia a la iglesia de Santa María del Mar; tal es el poder de los best sellers.

En la tarde fría y desapacible del 31 de diciembre se abrió la Puerta Santa de la catedral compostelana. La comitiva civil cruzó bajo la lluvia el Obradoiro para reunirse con la eclesiástica y, tras atravesar la catedral, salir a la plaza más bella de Santiago, la Quintana, donde García Lorca vio bailar la luna. Entonces dejó de llover y comenzó una ceremonia con su protocolo especial, que culmina en el derribo de un falso muro de mampostería a golpes de un martillo de plata. Mientras esto sucedía, pensaba que antes de que el Xacobeo saliera a la luz, cuando Santiago y su Camino eran una cuestión eminentemente religiosa, con escasa trascendencia turística, se nos ocurrió adherir a esa imagen tradicional una vertiente laica que diera al acontecimiento no solo un perfil cultural y económico sino también político, ya que el Camino fue la protohistoria de lo que sería la Unión Europea. Dan fe de ello, entre multitud de testimonios, los relieves que recubren la urna cineraria de Carlomagno en Aquisgrán, los topónimos jacobeos repartidos por todo el continente e incluso la probablemente apócrifa frase de Goethe de que Europa se formó peregrinando a Santiago. Aquella operación lanzada en los años 80 fue tildada de pía por alguna izquierda, que solo veía el resurgir de un fenómeno eclesiástico, y de impía por cierta derecha y algún sector de la Iglesia, considerando que se le daba un tinte impropio.

Hay confusión en torno al año santo, el jubileo, el xacobeo, incluso el 'holy year'

Cuando, tras la ceremonia inaugural del año jubilar, regresaba a casa, me para una señora y me pregunta: "Por favor, ¿el jacobeo?". Entonces percibí la confusión que se ha montado en torno al año santo, el jubileo, el xacobeo, incluso el holy year, ahora que el trilingüismo emerge como solución archisalomónica. No sabía, por otro lado, si la pregunta se refería al santo peregrino que da origen al Camino, al batallador bajo cuya invocación se reconquista España, al apóstol apodado Boanerges, hijo del trueno, o, si miramos a América, al que dio también su advocación a innumerables ciudades. Pues bien, hoy, una campaña de promoción con el lema Ahora es cuando, Galicia es donde, presente por doquier en prensa, paneles publicitarios o aeropuertos, da la sensación de que ya no se sabe muy bien en qué consiste, en todo caso un proyecto de promoción de Galicia entera. Me vino a la cabeza aquel viejo anuncio de televisión del niño que, después de recuperar su merienda, exclamaba: "¡Andá, la cartera!". "¡Andá, Santiago!", "¡Andá, el Camino!". De momento, se diría que están en la trastienda.

Además de ser un año de gran perdonanza para los pecadores, no tanto de reparaciones del cuerpo, nada que ver con Fátima y Lourdes y sí con Jerusalén y Roma, las razones histórico culturales del fenómeno jubilar están en el Camino y en la propia Compostela y forman un compendio pentagonal, espiritual, filosófico, cultural, político y económico, pues se aspira a que sirva para incrementar sensiblemente el PIB gallego. Ese pentágono mestizo está subsumido en el secreto que guarda el sarcófago de plata que allá por 1991, cuando el Ayuntamiento, la Xunta y el Estado, bajo los auspicios del rey, lanzan el programa Compostela 93-99 y el Xacobeo 93, algunos eclesiásticos enardecidos propusieron abrir para examinar con carbono 14 los restos que contiene. Algunos nos opusimos, porque no queríamos que se repitiese el caso de la santa sindone de Turín. Es un secreto bien guardado, y Santiago y sus Caminos no pueden eludir el misterio, pero tampoco deben reducirse a un festival, una aventura al filo de lo imposible o una parranda colectiva.

Con tanto pensamiento entremezclado, no sabía si tomarme el tiempo necesario para intentar explicarlo a mi interlocutora. Al final, para no revelar mi propia confusión, contesté, parafraseando a Bécquer: "Jacobeo eres tú" y la animé a descubrir Compostela y esforzarse en percibir el perfume de la rosa mística de piedra de Valle Inclán.

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