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Diez años de cambios
Columna
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Perforaciones sostenibles

Juan José Millás

¿Está Belén Esteban mejor ahora que antes de pasar por el quirófano? ¿Tiene mejor cara Madrid tras una década de cirugía plástica sin anestesia? Tanto en el caso de la cirugía estética como en el de las obras públicas, conviene hallar el equilibrio entre el sufrimiento del paciente y los resultados que se pretenden alcanzar. Belén Esteban, con apenas cuatro días de hospital, saltó la banca en su primera aparición televisiva, proporcionando pingües beneficios (qué rayos significará pingües) a sus patrocinadores y a sí misma. Los vecinos de Madrid, en cambio, llevamos años de sufrimiento con resultados estéticos y prácticos más bien mediocres. Que el chiste de Dani de Vito acerca de la búsqueda del tesoro continúe vigente tanto tiempo después de su estreno constituye todo un síntoma de lo que tratamos de expresar. El Madrid que nuestras autoridades municipales tienen en la cabeza no es el mismo que los peatones tenemos bajo los pies.

Llevamos años de sufrimiento con resultados estéticos y prácticos más bien mediocres
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Una década de cirugía urbana

Vale que si he de elegir entre el "antes" y el "después" de algunas de estas calles o plazas, me quede con el "después" (en ocasiones, ni con el "antes" ni con el "después"). Pero a qué precio. Conozco gente que se volvió loca con el soterramiento de la M-30; ciudadanos que enfermaron de los pulmones por culpa de aquellas obras faraónicas; vecinos que malvendieron su piso para instalarse en otro barrio en el que al poco, como en una maldición bíblica, comenzaron también a levantar las aceras; familias con críos recién nacidos que estuvieron a punto de perecer de asfixia al no poder abrir las ventanas en pleno mes de agosto. Todo esto, por no mencionar la lista de los obreros que perdieron la vida al trabajar en unas condiciones que no se recordaban desde el antiguo Egipto.

Luego está el asunto de los túneles. Ya que se ha puesto de moda el término "sostenible", convendría comenzar a pensar también en una perforación sostenible, pues no se puede agujerear la ciudad hasta el infinito. Lo revolucionario, en fin, habría sido aplicar soluciones alternativas y menos caras. Peatonalizar es más civilizado (y más barato) que perforar, y caminar más sano (y más barato) que conducir. Pero se peatonaliza a menos velocidad de la que se abren nuevas calzadas (subterráneas o no). Que a estas alturas continúen circulando coches privados por el Madrid de los Austrias es un delito urbanístico por el que se deberían pedir penas de cárcel.

Dirán algunos que siempre criticamos a las autoridades, cuando hacen porque hacen y cuando no hacen porque no hacen. Pero hay términos medios, y parece mentira que esto tenga que decirlo un servidor, que es ciclotímico. Belén Esteban, ya que estaba en el quirófano, podría haberse hecho el vientre y las nalgas y los senos. Pero una cosa después de otra, ¿no? Quizá era preciso levantar Serrano de arriba abajo como el que levanta la costra de una herida, no lo sé, pero ¿por qué meterle mano a Colón al mismo tiempo? Es sólo un ejemplo, porque hay decenas, cientos, quizá miles, qué les voy a contar a ustedes, sufridos ciudadanos. Y es que da la impresión, en efecto, de que no encontramos el tesoro.

El otro día venía en el periódico una fotografía del Rey en el acto de inaugurar, junto al alcalde, un obelisco de Santiago Calatrava en la plaza de Castilla. "Un trabajo", aseguraba muy serio el autor, "que cabalga entre la arquitectura, la escultura y la ingeniería". ¿Habríamos protestado si hubiera añadido, a las disciplinas citadas, el aeromodelismo, la urología y las disfunciones eréctiles? No, porque oímos hablar de urbanismo como el que escucha llover, por un oído nos entra y por otro nos sale. Parece que Dios ha confundido nuestras lenguas como confundió las de los habitantes de Babel. De hecho, nos da lo mismo que a los obeliscos los llamen columnas y a las columnas obeliscos. El mismo Gallardón se vio obligado a puntualizar que aquel pene dorado no era un obelisco, sino una columna, o al contrario, no recuerdo, todo Madrid parece un trabalenguas. Y mientras discutimos si son galgos o podencos, nos dejamos la vida y los dineros en las zanjas, que quizá no sean zanjas, sino trincheras.

Con el urbanismo pasa lo mismo que con la economía, que tiene su aspecto macro y su aspecto micro, no siempre coincidentes. Observando este reportaje fotográfico de lo macro, uno diría que las cosas van más o menos bien. Pero si descendemos a lo micro, resulta que usted y yo estamos hasta el gorro de no poder atravesar tres calles sin hacernos un esguince o llenarnos los pulmones y el traje de cal. Y hablamos de la cal por no hablar de la macrodeuda (7.000 millones), que tendremos que saldar a base de impuestos medievales. Quiere decirse que Gallardón, cuyos delirios de grandeza son tan legítimos como los de Belén Esteban, debería tomar ejemplo de la tertuliana de Telecinco, que, además de pagarse los caprichos con su dinero, sabe que no puede uno hacerse el culo y la cara al mismo tiempo.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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