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Columna
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El día de la marmota

El informe, perdón, el tradicional informe de la Sindicatura de Comptes que siempre llega por Navidad, lejos de sorprender, provoca una sensación de déjà vu. Esto ya lo hemos visto, es lo de siempre, no pasa nada y además el año próximo será peor. Es como Groundhog Day, la película donde Bill Murray despierta un día tras otro atrapado en un bucle temporal donde la historia se repite sin apenas variaciones. Pero el día de la marmota era ficción y los datos que desvela la auditoría sobre las cuentas de la Generalitat en 2008 ilustran un panorama más horripilante que el exhibido en 2007 y pronostican lo desastroso de 2009. Aunque cabe la posibilidad de que para ahorrarse los cuatro titulares desagradables de la prensa díscola, el Gobierno valenciano no facilite a los auditores ni siquiera la pequeña muestra de aquí y de allá con la que fabrican el armazón poético. Y a pesar de la prosa amable y la actitud entregada de la Sindicatura, la capacidad de asombro ante el quebranto es tan inagotable como la incapacidad de reacción de diversas instancias cívicas y políticas, sin olvidar a jueces y fiscales que seguramente disfrutan de unas merecidas vacaciones en Bora Bora.

En cualquier caso, el último resumen divulgado sobre las cuentas de la Generalitat, como la película de la marmota, aporta algunas singularidades. A saber: que en un estercolero de categoría, donde florecen con gran esplendor asuntos como el caso Gürtel, los auditores de la Sindicatura no investigaron a las empresas y organismos públicos metidos hasta el cuello, al decir del sumario publicado. ¿Cómo fue que pasaron de largo? ¿Se les enfriaba el arroz? Porque si pidieron los papeles y en los despachos dependientes del Gobierno de Camps se hicieron los suecos, sólo cabía llamar a la Guardia Civil y en un santiamén, o antes, se habían entregado papeles, libros y hasta los sellos del Plan Sur. Otro gran enigma de la humanidad que sugiere el informe del Síndic es la permanencia de gestores dedicados a la quiebra de la Administración pública. Y amenazan con lograrlo. Existen sospechas de que una leva de interventores, depositarios y gerentes obtuvieron sus credenciales en cabalgatas que las repartían con generosidad, pero certezas como la de ese colegio público que costó un 105% más de lo que se había contratado, hay que leerlas y releerlas en el amable informe de la Sindicatura. Qué agravio comparativo con ese polideportivo de Palma de Mallorca, que no sólo ha llevado a prisión a quienes ampararon el sobrecoste, sino que amenaza con la mazmorra al mismísimo Jaume Matas, ex socio de Camps en el Eje de la Prosperidad que en gloria esté. Y finalmente queda la duda sobre si alguien va a parar esto o, como Bill Murray, se ha echado a dormir.

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