Una empinada cuesta
Los primeros 22 meses de la segunda legislatura de Zapatero han sido como una empinada cuesta pirenaica para unos ciclistas acostumbrados a rodar en llano. Los signos de la crisis económica ya perceptibles durante el último cuatrimestre de 2007 no recibieron la debida atención de los partidos (incluido el PP) lanzados a la campaña electoral. Una vez celebrados los comicios, el recién investido presidente desdeñó las alarmantes señales emitidas por los mercados y siguió aferrado a la supersticiosa creencia -un equivalente laico del detente bala- según la cual el optimismo antropológico sería la mejor receta para que los empresarios crearan puestos de trabajo y los asalariados conservasen los empleos. Ni siquiera cuando los tercos datos estadísticos obligaron a Zapatero a descender desde las rosadas nubes a la sombría realidad ofreció el presidente un análisis riguroso de sus errores de predicción y de valoración, especialmente sobre las causas de que España haya quedado rezagada de la mayoría de sus socios europeos en la recuperación del crecimiento.
El Gobierno cierra el año con una intención de voto -directa y estimada- situada por detrás del PP
El serio desgaste del Gobierno a cuenta de la crisis económica se viene reflejando tendencialmente en los sondeos de opinión publicados desde hace meses, más allá de las discrepancias entre los institutos demoscópicos y las fluctuaciones coyunturales. La pérdida de popularidad y de credibilidad sufrida por Zapatero, el abandono de un porcentaje considerable de los antiguos electores del PSOE y la fidelidad al PP de su clientela habitual sitúan a los populares a la cabeza de la intención de voto -directa y estimada- de los encuestados. Por su parte, Rajoy trata de profundizar esa brecha rechazando sin necesidad de examen las medidas del Gobierno contra la crisis y buscándole las vueltas a cada conflicto político aunque su desenlace -como la liberación del Alakrana o el caso Haidar- haya sido feliz.
Quedan algo más de dos años para las elecciones legislativas: ningún partido las tiene ganadas o perdidas de antemano aunque las probabilidades del PP sean notablemente mayores. ¿Cómo podría el PSOE remontar esa corriente adversa? Los errores estratégicos, la soledad parlamentaria, las luchas internas y los escándalos de corrupción que aquejan al PP, por un lado, y la eventual salida de la recesión antes de 2012, por otro, son variables ajenas a su voluntad. Allí donde dependan sólo de su esfuerzo, Zapatero y los socialistas deberán escalar un duro repecho alpino. Pero si los ministros siguen dando contestaciones elusivas, jesuíticas o inciertas con tono autoritario durante las sesiones de control, y la vicepresidenta portavoz, utilizando sus fatigosas muletillas ("el Gobierno respeta el marco de la ley y tira trabajosamente del carro de la nación") para responder a las preguntas comprometedoras de los periodistas, tampoco le será fácil lograr el restablecimiento de su declinante prestigio a un Gobierno que llegó al poder tras el 11-M con el compromiso de decir la verdad a los ciudadanos.
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