Una fórmula razonable
Los distintos países defienden sus propios intereses en la Cumbre de Copenhague sin demasiadas perspectivas de llegar a un acuerdo vinculante sobre la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Una fórmula posible y suficiente para frenar el cambio climático se basaría en permitir a cada país, como máximo, la media de emisiones per cápita mundial, con un plazo de adaptación hasta 2020.
Así, los países pobres no se sentirían perjudicados, ya que no se verían obligados a reducir sus relativamente bajas emisiones. Los países ricos deberían hacer un mayor esfuerzo, cierto. Pero si no pudiesen o no quisiesen reducir el total de las cantidades de gases que esta simple fórmula define, podrían pagar la diferencia en derechos de emisión a un Fondo Internacional del Cambio Climático, que destinaría dichos recursos a financiar proyectos de desarrollo sostenible en los países menos contaminantes, a condición de que éstos se comprometan a no aumentar sus emisiones.
China, por ejemplo, sólo debería reducir un modesto 4% (según datos de 2007), España debería llegar al 47% (menos de un 5% anual) y Estados Unidos, un 77% en total, o pagar la diferencia al FICC. Aceptada esta fórmula básica, bastaría suavizar los precios de los derechos de emisión para que fuesen aceptables para una mayoría suficiente de países.
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