Para ser dignos de Copenhague
No se imaginan cuánto me alegro por las buenas señales que empieza a emitir Copenhague. Porque ahora ya se lucha por el reparto del esfuerzo.
Nadie niega lo mucho que hay que hacer. Ahora todos, en especial China y Estados Unidos, exigen que el otro haga más.
Pienso que no es, en esta situación, mejor político el que consiga escurrir más el bulto y salir de la conferencia de Copenhague con menos tareas. Porque es tan necesario mitigar en esta década el calentamiento y hay tanto riesgo de quedarse corto, que el político más clarividente será el que parezca pasarse -aunque no se pasará- e intente arrastrar a los demás a su nivel de compromiso.
¿Cómo podemos los ciudadanos animar a los políticos para que se atrevan?
Manifestándoles que vamos a reducir nuestro miedo a que suban la electricidad y la gasolina; que queremos reciclar nuestros impuestos contra el CO2; que vamos a reutilizar el voto ecológicamente.
A las conocidas versiones de las tres erres hay que añadirles este componente político, difícil pero quizás imprescindible para convencer a nuestros políticos de que se hagan dignos del compromiso de Copenhague.
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