Al Sevilla le basta con muy poco
El conjunto del discutido Jiménez se clasifica como primero de grupo tras ganar con un gol de penalti a un Rangers débil y desmotivado
El fútbol de vértigo del Sevilla ha pasado a mejor vida. La alegría hay que encontrarla en la brillante clasificación como primero de grupo para los octavos de la Liga de Campeones, con lo que se cumple el primer objetivo deportivo de una temporada que comenzó con un Sevilla fulgurante, nominado oficialmente como alternativa en la pelea por el trono liguero, y que se acerca al ecuador del torneo con sensaciones algo mustias, la mayor inversión de la temporada, Álvaro Negredo, en el banquillo, y un Sánchez Pizjuán que no es tan feliz como hace tan sólo unas jornadas, cuando este equipo pasó por encima, por ejemplo, del Real Madrid. Toca por lo tanto celebrar la clasificación y trabajar para recuperar el espíritu de un Sevilla que sólo se comportó como tal durante los quince primeros minutos de un partido impropio de la Liga de Campeones. Ni el Sevilla está para grandes demostraciones ni parece lógico contemplar las evoluciones de un Rangers débil, desmotivado, que nunca supo a qué jugar y que por lo tanto mereció la derrota desde principio a fin. Tampoco se trata de restar méritos a la brillante clasificación sevillista, viendo cómo han respondido equipos como el Liverpool o el Atlético, sólo de exigir como se debe a la que ha sido proclamada como mejor plantilla de la historia de la entidad.
SEVILLA 1 - G. RANGERS 0
Sevilla: Palop; Konko, Cala, Dragutinovic, F. Navarro; Navas (Koné, m. 81), Zokora, Romaric (Duscher, m. 74), Capel; Renato; y Kanouté (Negredo, m. 60). No utilizados: Varas; Lolo, José Carlos y Perotti.
G. Rangers: McGregor; Whittaker, Weir, Bougherra, Papac; Thomson, McCulloch; Beasley (Lafferty, m. 46), Davis, Smith (Fleck, m. 85); y Miller (N. Novo, m. 46). No utilizados: Alexander; Little, Wilson y Loy.
Goles: 1-0. M. 8. Kanouté, de penalti.
Árbitro: Bertrand Layec (Francia). Amonestó a Papac, Lafferty y Bougherra.
Unos 38.000 espectadores en el Ramón Sánchez Pizjuán.
El espíritu del equipo sólo se vio en los 15 primeros minutos de un flojo partido
La primera prueba del Sevilla sin el concurso de su delantero estrella, Luis Fabiano, supuso una vuelta a los orígenes futbolísticos del técnico Manolo Jiménez. La acumulación de hombres en el centro del campo (Zokora, Romaric y Renato), con Kanouté solo en punta, es la plasmación de la visión conservadora de un entrenador al que sólo la importante inversión de la entidad el pasado verano obligó a jugar con dos delanteros.
El propio Jiménez expuso a lo largo de la semana que no se podía dudar de la calidad de la mejor delantera de la Liga, aunque con sus hechos hizo sencillamente lo contrario, dejando a Negredo y Koné en el banquillo para sorpresa general. Entiende el entrenador que no por jugar con muchos delanteros (cuatro si se cuenta a los extremos) se llega más al área rival. Un axioma que ha tenido que esperar a la lesión de Luis Fabiano para verse reflejado en la alineación del Sevilla.
El primer pulso a un entorno que vuelve a dudar de sus aptitudes lo empezó ganando Jiménez con una puesta en escena imponente, en la que el Sevilla recobró la intensidad añorada ante Málaga y Valladolid en el campeonato doméstico, provocó tres llegadas en diez minutos de vértigo y un gol de penalti de Kanouté, bien surtido de fútbol directo. La clave habría que situarla en un ritmo frenético y la gigantesca presencia del delantero malí, que se comió él solito a la débil zaga del Rangers. También ayudó, sin duda, la falta de calidad del conjunto escocés, impropia de la que se supone la mejor competición del planeta. Obligado a competir sólo con el Celtic en la Liga de Escocia, llegó a Sevilla último de un grupo que debió ser asequible para sus intereses. Sin chispa y ni siquiera aguerrido, su debilidad a la hora de mover el balón con criterio resultó patética. El problema es que ese fútbol del Sevilla sólo duró quince minutos.
Ante un escenario tan sumiso, no necesitó el cuadro andaluz un despliegue de fútbol. Dominó con la ley del mínimo esfuerzo, pero nada de alardes ni de darse un banquete ante un rival entregado. El paso de los minutos ofreció un fútbol cansino, previsible, al pie. Salió luego Negredo, quien siguió demostrando que está gafado con el gol, y sólo un arranque de Zokora, con un gran lanzamiento al palo, levantó al sevillista de su asiento. Mereció algún gol más el Sevilla, pero urge recuperar las sensaciones de antaño, las de un equipo imparable en busca de la yugular del rival.
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