Dubai como señal
La convulsión que han sufrido los mercados financieros tras la petición de reestructuración de la deuda de una de las filiales del principal conglomerado de Dubai, el Dubai World, es una señal de la extrema sensibilidad con que los inversores internacionales contemplan la definitiva transición a la normalidad financiera. La evidencia de superación de lo peor de la crisis no significa de ningún modo que las amenazas de perturbaciones adicionales en la escena financiera hayan desaparecido completamente. La mala transmisión de información de las autoridades de aquella ciudad Estado, la incapacidad para verificar si había respaldo público o no a la deuda privada, contribuyó a ese pequeño, pero significativo terremoto financiero en un territorio que aspiraba a ser el centro financiero y recreativo de Oriente Medio. El de Dubai es, en cierta medida, un caso más en la lista de economías embriagadas de aquella actividad inmobiliaria sobre la que se asentó una escalada de endeudamiento sin precedentes. Desde hacía tiempo, las cautelas acerca de la sostenibilidad de ese apalancamiento en la escalada alcista en la actividad residencial eran importantes.
La deuda excesiva, ya sea de empresas o de Estados, empieza a convertirse en el principal estigma para esa transición a una etapa de normalidad económica y financiera. El reflejo en los costes del endeudamiento, en los diferenciales frente a las referencias de menor riesgo de crédito, ha sido hasta ahora mucho más explícito en la deuda captada por el sector privado de las economías que por los Gobiernos, pero en algún momento el castigo llegará también a los mercados de deuda pública. En especial, a los de aquellos países cuyo stock de deuda pública es más elevado en relación con el tamaño de su economía, y sus perspectivas de crecimiento están hoy más condicionadas por la lenta salida de la crisis de otros países.
La discriminación que desde hace algún tiempo hacen los mercados de aseguramiento del riesgo de crédito para prestatarios públicos anticipa ese endurecimiento. La otra forma de captar la inquietud de los mercados de bonos, el reflejo en los diferenciales con que cotizan frente a las referencias equivalentes en vencimiento de los bonos alemanes, también empiezan a ser explícitos de esa sensibilidad hacia la sostenibilidad de la deuda pública de algunos países. No es el caso hasta ahora de España, cuya deuda pública sigue por debajo del promedio de la OCDE, pero sí puede llegar a serlo en países con los que compartimos moneda como Grecia e Irlanda.
Deduzcamos lecciones. Neutralizar ese exceso de nerviosismo que mostraron los mercados frente a la amenaza de Dubai exige, en primer lugar, transparencia suficiente para que la aversión al riesgo de los inversores pueda asentarse en presunciones lo más objetivas posible. También para que puedan diferenciar con suficiente claridad lo que son riesgos soberanos en dificultades, sin sustento fundamental suficiente, de aquellos otros con capacidad para atender sus obligaciones mediante la generación suficiente de ingresos públicos a medio plazo. Estos últimos serían los casos de economías europeas hoy amenazados. Tampoco estaría de más que las señales de las instituciones comunitarias, el BCE incluido, ayudaran a matizar las amenazas que hoy pesan sobre economías de la Zona Euro. -
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