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Columna
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El pulso de los curas

Los curas que dirigen Cajasur han perdido el pulso que han echado al Banco de España, a la Junta de Andalucía, al presidente de Unicaja y al sentido común.

Ante la realidad incontestable de una situación crítica en la caja, cierta jerarquía de la Iglesia católica, más preocupada por sus privilegios que por el servicio a sus clientes, ha tirado la toalla y acepta fusionarse con Unicaja.

No le quedaba otra salida. Si no había fusión, Cajasur sería intervenida de inmediato por el Banco de España, se pondría en venta y de no existir ningún comprador, simplemente desaparecería del mapa financiero.

Las cifras eran contundentes: este año registrará 528 millones de pérdidas, contabilizará un agujero de 800 millones por fondos no cubiertos y se prevén otros 1.000 más en los próximos años.

Interesa saber por qué se ha llegado a esta desastrosa situación financiera y por qué los curas se resistían a la fusión. Es decir, a perder el control de una entidad que han gobernado durante décadas como si fuera su finca privada.

La situación es consecuencia directa de una pésima gestión. Amén de una apuesta suicida por el ladrillo, sus gestores, principalmente su anterior presidente, el cura Castillejo, establecieron una red clientelar llena de pequeñas y grandes corruptelas. El mismo Castillejo se autoconcedió una pensión de jubilación de 400 millones de pesetas, que pasaría a sus hermanas cuando falleciera.

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Esa mala gestión, quién sabe si perseguible judicialmente, es lo que parecía atemorizar a los actuales gestores. Si se fusionaban, se descubrirían muchas telarañas en los despachos de los pasados y quizá también de los recientes directivos.

La excusa para rechazar la inevitable fusión era un informe de Boston Consulting Group, encargado por las dos entidades en proceso de fusión. La consultora concluía, entre otras cosas, que era necesaria una reducción de plantilla. Unos 1.000 trabajadores de Cajasur estarían afectados.

Los curas vieron en este tema un banderín de enganche para movilizar a la opinión pública en contra de la fusión. Pero el movimiento fue muy torpe: los datos con los que trabajó la consultora habían sido facilitados por la propia caja cordobesa. Que la plantilla de Cajasur estaba inflada es un hecho reconocido desde hace tiempo por sus directivos e incluso por el sindicato mayoritario en la entidad, Aspromonte. El informe de Boston Consulting ha sido al fin asumido por Cajasur.

Es interesante observar cómo se han alineado las fuerzas políticas y sindicales en el folletín cordobés.

Los dos principales partidos, socialista y popular, han apoyado la fusión. Curioso, porque los populares pelearon durante años -de manera muy especial Javier Arenas- para que la caja de los curas escapara del control de la Junta de Andalucía. El buen hacer de dos vicepresidentes de la entidad, en representación de ambos partidos, Salvador Blanco y Juan Ojeda, ha producido este novedoso y exitoso encuentro.

A favor de los curas se han posicionado el sindicato Aspromonte e Izquierda Unida (IU), que gobierna en la ciudad. Aspromonte ha sido acusado por los dos grandes sindicatos nacionales, CC OO y UGT, de ser el brazo armado del cura Castillejo en sus enfrentamientos con la Junta.

IU, por su parte, siempre ha sido comprensiva con los desmanes de los curas. "Si nos intervienen, que nos intervengan", decía hace pocos días su representante en el consejo, Andrés Hens. El control férreo que ejercía Castillejo en la ciudad, y en menor medida sus sucesores, está detrás de ese incomprensible apoyo ciego.

Pero, al fin, los curas tendrán que soltar el control de una importante entidad financiera. Una anomalía incomprensible en pleno siglo XXI. Saldrán de la caja para regresar a la sacristía, donde deben estar. Con el brazo doblado.

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