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Reportaje:BANDA SONORA

Springsteen por cuatro euros

Músicos y vendedores de vinilos se juntan los domingos en el Rastro

Carlos Marcos

En la Ribera de Curtidores se produce la escena. Es un domingo de otoñal tiempo apacible. Miles de personas caminan sin brújula pero con rumbo por los cientos de puestos instalados en la calle. Es el Rastro en su hora de esplendor, a eso de la una de la tarde. Entre los cuerpos se ve a un tipo solemne que lleva encajado en la cabeza un sombrero cordobés y viste de negro. Su nombre es Jesús Cordones, tiene 47 años y le falta el brazo derecho. Cuenta con timidez que se lo quemó en un accidente doméstico y que se lo tuvieron que amputar. Le queda algo más que un muñón, el nervio suficiente como para soportar una prótesis que le proporciona una leve movilidad a la extremidad. Jesús se ha construido una especie de ganzúa que hace la función de los dedos. Este artilugio le permite practicar lo que más le apasiona: tocar la guitarra. Se sienta en un pequeño amplificador, cruza las piernas para apoyar la guitarra y comienza a tocar unas armonías a caballo entre el flamenco y la canción melódica. En un receso, cuenta su historia: "¿Dinero? No, no. La verdad es que me cuesta dinero tocar en el Rastro. Vengo todos los domingos desde Quintanar de la Orden, Toledo, a 130 kilómetros de Madrid. Y lo hago para quitarme el gusanillo de tocar ante gente". Jesús interpreta su música durante una hora y media y vende su recomendable disco, Toqueteando voy.

El mercadillo es uno de los lugares donde se pueden comprar casetes
Un hombre vende por 50 euros un tocadiscos que no funciona

Unos metros más arriba, ya en la plaza de Cascorro, ataviado con una llamativa chaqueta color burdeos y un sombrero, un tipo delgado y barbudo canta como si a Dylan le acabase de dejar su gran amor. La gente no es ajena a esa desgarrada voz. Enseguida se forma un círculo en torno a él. Al acabar, muchos se acercan al intérprete y compran su disco, a 10 euros la pieza. "Hoy he vendido 20. Todos los que he traído", comenta feliz David Starlight, de 30 años, que así se llama. Es californiano. Llegó a Madrid hace dos años y medio, "por curiosidad", y se ha quedado. "Me parece una ciudad misteriosa", apunta. Vive de la música que interpreta en la calle y en salas como La Pequeña Betty o Picnic. "¿Que cuánto dinero me saco en el Rastro? Depende: hay días que dos euros y otros 200. Cuando consigo mucho los vendedores de los puestos se ponen celosos", ríe.

El Rastro no sería ese espacio jaranero sin su cara musical. Existen aspectos incomprensibles, como ese tendero que pide 50 euros por un tocadiscos lleno de polvo que parece haber soportado la ira de un gladiador. Por supuesto, el cachivache no funciona. "Si te llevas esos discos te dejo el lote por 70 euros", ofrece. Los vinilos que oferta llevan una capa de polvo de un dedo de grosor. Mal negocio. Mejor pinta un tenderete de discos compactos que vende joyas de la historia del rock como The river, de Bruce Springsteen, por cuatro euros. Ojo: hablamos de un álbum doble.

El Rastro es uno de los pocos lugares en Madrid donde todavía se pueden adquirir casetes. Algunos son tan kitsch como ese Curro Lucena fotografiado en una plaza de toros. Otros tienen su punto, como unos hippísimos Ana Belén y Víctor Manuel en los setenta. Uno cuesta tres euros y dos, cinco euros.

Cuatro grupos triunfan de forma contundente en el reino de los accesorios (camisetas, llaveros, tazas, banderas y demás cacharrería): AC/DC, los Ramones, Bob Marley y la lengua de los Stones. Atención a la prenda estrella de estas navidades: un body para bebé con las letras de AC/DC impresas en el pecho. Entre las camisetas de bandas españolas, la que más éxito tiene es la de Mago de Öz.

Una apuesta: cada domingo existe una canción que al menos suena una vez. Se trata de Entre dos aguas, de Paco de Lucía, tema que eligen los tenderos para amenizar la mañana. No es mala banda sonora, no.

Queda un aspecto muy importante en este viaje musical por el Rastro. Su nombre es Discos Solís (en la plaza del General Vara del Rey, 11) y se levanta en el mismo sitio desde 1950. Seguramente es la tienda de discos más antigua de Madrid. Solís, la tienda, te recibe con dos grandes vinilos a cada lado de una puerta decorada con coloridas portadas de discos de Elvis Presley, Los Brincos, Carlos Gardel o Juanito Valderrama. Pedro Solís es el dueño, aunque desde que está jubilado (cuenta 73 años muy bien llevados) ha traspasado los trastos (perdón, los discos) a su hija Almudena.

Pedro muestra orgulloso su álbum de discos de pizarra (anteriores a 1950) y su colección de gramófonos. "Ése de ahí es una joya. Mira su acabado. Es precioso. Cuesta 850 euros", apunta con pasión. Solís vende todo tipo de música. Es un rincón obligado para los coleccionistas y aficionados no tan exigentes. Una edición limitada de un disco de los Ramones llega a los 100 euros. Uno de Marisol, con temas como La Bamba o Cielito lindo, alcanza 125. Pero hay de todo, desde cinco euros. Por cierto, ¿sabían que existía una Rosa de España antes que la de Operación Triunfo? Un casete lo constata. Son cosas de las que te enteras en el Rastro...

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.

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