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"Un testigo con un perdigón en el ala"

El ADN en el coche de Miguel Grima, los residuos de disparo en la mano izquierda de Santiago Mainar y su detallada confesión de casi cuatro horas ante tres guardias civiles y un secretario judicial -que da fe pública, como un notario- son los tres hechos que le incriminan en el asesinato de Grima.

El fiscal jefe de Huesca, Felipe Zazurca, y los abogados de la acusación particular y popular, Enrique Trebolle y José María Viladés, expusieron ayer al tribunal más de 30 detalles facilitados por el acusado en su autoinculpación que los agentes de la Guardia Civil, los médicos forenses y otros testigos y peritos probaron en el juicio.

Zazurca y Viladés -este último actúa en nombre del PP, el partido por el que se presentaba Grima- subrayaron lo que este último calificó de "el gran misterio del caso": la actitud del médico donostiarra Iñaki Bidegain, que se cruzó con el presunto asesino instantes después del crimen en el recodo de la carretera donde se cometió el crimen. Bidegain no denunció lo que había visto hasta 48 horas después del asesinato, pese a que se lo contó la mañana siguiente a otros vecinos enemistados con Grima, como él.

Zazurca, que tildó de "curiosa" esa actitud, aseguró que ese testigo -que afirmó estar "casi seguro" de que la persona que vio no era Mainar- "tiene un perdigón en el ala". "¿Por qué no llamó inmediatamente a la viuda?", se preguntó retóricamente Viladés. "Su actitud deja mucho que desear como persona y como testigo".

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