Los vecinos aceptan los derribos de casas en Ons porque no tendrán que pagarlos
Una empresa estatal amenazó con cobrar 50.000 euros por cada demolición
Las dos primeras viviendas ilegales de Ons fueron ayer derribadas sin que se registraran incidentes. Hay otras 24 amenazadas en mayor o menor grado. Un centenar de vecinos se había embarcado en Bueu a primera hora de la mañana con ánimo beligerante contra la operación, pero esa predisposición duró lo que la propia travesía hasta la isla, a bordo del Pirata de Ons.
Acababan de desplegar su abultada impedimenta de pancartas y arengas, cuando la Guardia Civil entró en escena y dio vuelta a la situación con el primer envite. Las casas iban a ser derribadas "por las buenas o por las malas, porque es una orden que hay que cumplir", señaló el mando que se acercó a los manifestantes. Los vecinos podrían protestar cuanto quisieran, pero no interrumpir el derribo ni agredir a nadie de los que lo realizaran. La empresa, en fin, Tragsa, lo haría gratis, si así lo querían.
El último acicate para motivar la guerra vecinal contra el derribo era que la actuación de Tragsa, si los propietarios no procedían directamente a derribar sus viviendas, comportaba el pago de 50.000 euros por demolición. Ahora se lo ofrecían gratis y, desconcertados, los vecinos sólo acertaron a decidir que irían en manifestación para comunicarlo hasta la casa de Manuel Ferradás, fallecido hace unos meses y cuyos herederos ya estaban en la faena del derribo: se les veía a unos 200 metros, a mazazo limpio sobre el tejado. La marcha, pese a toda la profusión de pancartas, tuvo una impronta de cortejo fúnebre. María del Carmen, una de las hermanas herederas, reaccionó con gran crispación al anuncio de que Tragsa haría el trabajo, hasta que se aseguró de que sería gratis.
La mañana se fue en preparativos y entre acusaciones a "los políticos" de discriminación: "Nos toca porque somos gente humilde". Los manifestantes dejaron el lugar a las máquinas y personal de la empresa estatal. Aún no habían comenzado a derribar cuando, a mediodía, el pasaje volvía derrotado a Bueu, barruntando que lo vivido sólo era el principio de un triste final.
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