¿Malos? Sí, gracias
Las series más exitosas de EE UU se apoyan en personajes perversos
Cuando en el fervor de la campaña electoral alguien le preguntó a Barack Obama por su personaje televisivo favorito, éste no lo dudó ni un momento: Omar Little. Si tan solo una década antes un candidato a presidente hubiera afirmado que era fan de un delincuente con afición por robar a los traficantes, el lío hubiera podido ser de aúpa, pero la mayoría se limitó a reconocer que Obama tenía "buen gusto". Little era uno de los personajes centrales de The wire (TNT, dial 46 de Digital + y redes de cable), donde compartía espacio con otro ídolo de la audiencia, Stringer Bell, un traficante a gran escala que ordenaba ejecuciones por la mañana y estudiaba economía de noche. "Cuando tengo el mando a distancia, los personajes malos son preferibles a los modelos de buena conducta", decía el crítico Mark Harris en la revista Entertainment Weekly.
Asesinos, mafiosos, alcohólicos y adictos al sexo pueblan la parrilla
Harris hablaba de malas madres (televisivas se entiende) y citaba a Mary Louise-Parker y su personaje en Weeds (Canal +), una señora metida hasta el cuello en el negocio de la droga que trata de compatibilizar su rol familiar con su trabajo, con resultados desastrosos.
También a Jackie Peiton, la enfermera que interpreta Edie Falco, adicta a los tranquilizantes y al alcohol. Nurse Jackie pasa por ser una de las sensaciones de la temporada estadounidense en la que el malo televisivo ha dejado de ser tabú. Dexter (Fox, dial 21 de Digital + y Cuatro) es otro ejemplo del peso que tiene el nuevo malo en la parrilla televisiva: un asesino en serie, que (supuestamente) solo masacra a criminales gracias al buen ojo de su padre, que en su tierna infancia le ayudó a canalizar su instinto homicida. ¿Un asesino en serie líder de audiencia? Pues lo mejor está por llegar: Bryan Cranston sigue arrasando con Breaking bad (Paramount Comedy) y Walter White, el profesor al que se le comunica que sufre una enfermedad terminal y que decide asegurar el futuro de los suyos transformando su sapiencia académica en una accidentada carrera como fabricante de metanfetaminas. Tampoco parece ir mejor la vida de Hank Moody, el escritor adicto al sexo y los licores de alta graduación que interpreta con pasión David Duchovny en Californication (Fox), y que vuelve a por más después de haber logrado el codiciado estatus de serie "de culto".
Otro ejemplo de esta oleada de maldad es el personaje de Glenn Close en Daños y prejuicios (Canal +), una abogada "cuya perfección estructural es solo comparable a su hostilidad". La definición se aplicaba a Alien, el bicho que se inventó Ridley Scott, pero le viene como anillo al dedo a Patty Hewes, el personaje de Close que si en la primera temporada se empeñó en hacer la vida imposible a Rose Byrne, en la segunda ve como ésta se le sube a las barbas.
Incluso la nueva versión de V, que estrenará TNT en breve, ha decidido abordar el tema extraterrestre con una notable dosis de bilis, y la nueva Diana ha cambiado el uniforme por la minifalda y en lugar de ratones se zampa a presentadores de televisión (en vivo y en directo) prometiendo ser una villana de órdago.
Pero no a todos les gusta que la ficción se haya convertido en el patio de recreo de la América más oscura y el periodista Joshua Alston se quejaba en Newsweek de "la sobredosis de antihéroes" que asolaba la parrilla estadounidense (y por extensión la mundial). Para Alston, los ocho años de administración Bush han contribuido a crear un caldo de cultivo para personajes ambiguos y/o directamente malvados. "Nunca ha habido una época mejor para ser malo", concluía el columnista.
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