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PUES NO ESTOY MUY SEGURO | OPINIÓN
Columna
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"Todo político tiene su Alcorcón"

Juan Cruz

Cuando Jordi Pujol visitó una de las antiguas repúblicas soviéticas, el impar Manuel Vázquez Montalbán escribió aquí: "Todo Vitautas tiene su Landsberguis". Era el nombre deconstruido de aquel presidente al que Pujol quiso arrimar el ascua de su nación.

Ahora me ha venido a la memoria esa ocurrencia cuando he escuchado a Mónica Oltra, parlamentaria valenciana de Compromís, clamar desde su escaño:

-¡Tot politic té el seu Alcorcón!

Todo político tiene su Alcorcón.

Oltra aprovechaba que el Pisuerga pasaba por Alcorcón, y le daba a Francisco Camps, que era en ese momento el adversario a batir (¡con perdón!), la lumbre del Real Madrid. No es para tanto, pero ella halló la metáfora en el saco de las nuevas metáforas, que son las que se disparan (¡perdón, de nuevo!) a bocajarro. Sacadas de la actualidad tienen un impacto mayor. Si usted dice Alcorcón en un parlamento la audiencia sube más que si usted dice Goliat, o David. Las metáforas son como las frutas. Ahora es tiempo de metáforas, sin ir más lejos.

Ésta de Alcorcón es muy suculenta porque apela a todas las ecuaciones posibles y a todos los refranes imaginables. El chico ganó, el grande perdió (como cantan Los Sabandeños). El Alcorcón se ha convertido en un símbolo que previene a los que Alfredo Di Stefano llama agrandaos. Los que se creen más grandes que otros simplemente porque son más fuertes o porque se creen indestructibles.

Todo Vitautas tiene su Landsberguis, o todo político tiene su Alcorcón.

¿Ya tiene su Alcorcón Camps? Tiene su Ferrari. Debe tener un ego bien agrandao, que diría la saeta rubia, porque en medio del lodazal en el que metió sus trajes y sus trajines fue capaz de dilapidar la prudencia yendo una tarde a las carreras. Hay políticos que no sobreviven a una foto, o a unos trajes, pero éste flota en medio de un vapor que él mismo estimula. Ahora se ha sabido, porque todos los días se sabe algo nuevo de este hombre, que Camps va a los sitios rodeado de una muchedumbre que lo aclama, gritándole, ¡presidente, presidente!

Puede haber varias hipótesis sobre la pertinencia de ese gesto coral. Y una de ellas, la que a mí se me ocurre, es que quizá esa gente le grita ¡presidente! para recordarle que lo es todavía.

Un chico se lo recordó el otro día, caminando por Valencia: usted es presidente, pero actúa bajo sospecha. A Camps no le gustó eso, y llamó a capítulo al muchacho. Dímelo a la cara. Antes había recolectado una metáfora macabra, la metáfora de las cunetas. Oltra fue más sutil, menos hiriente, pero él habrá ido a ver las crónicas de fútbol para averiguar qué demonios significa que alguien le advierta sobre su próximo Alcorcón.

Ilustración de Matt
Ilustración de Matt

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