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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sólo palabras en Pekín

El régimen chino permanece muy alejado del socio que Obama pretende en Asia

El largo periplo asiático de Barack Obama para afianzar y redefinir los vínculos de Estados Unidos con una región en vertiginoso cambio arroja un magro resultado, como no podía ser de otra manera. Si su visita a Japón, su presencia en la cumbre regional de Singapur o su estancia en China producen dividendos, no será a corto plazo. Está claro que Tokio y Washington no van a volver por ahora a pasadas lunas de miel. También lo está que China, pieza mayor de la gira, no se va a convertir en el socio que Barack Obama pretende. A los dos países les separan abismos y, pese al nuevo tono del inquilino de la Casa Blanca, el duopolio -el denominado G-2- queda muy lejos.

Para Pekín es un blasón la larga visita del presidente de EE UU. Pero los dirigentes comunistas no han mostrado mayor interés por embarcarse en una asociación de largo aliento con EE UU. A lo más, declaraciones vagas del tipo de "profundizar la confianza estratégica bilateral". A China le tranquilizan las garantías de Obama de no buscar su "contención", aunque otra cosa es su punto de vista sobre las propuestas concretas del líder estadounidense. Sus quejas sobre la subvaloración de la divisa china han sido escuchadas en silencio por el presidente Hu Jintao y por su primer ministro, Wen Jiabao, que a su vez critican las tendencias proteccionistas americanas. Ni en sus desacuerdos comerciales o monetarios, ni sobre derechos humanos o el Tíbet, asuntos éstos sobre los que Obama ha pasado de puntillas, Washington y Pekín están ahora más cerca que antes. Ni tampoco sobre los contenciosos nucleares de EE UU con Irán o Corea del Norte, en los que la Casa Blanca necesita imperiosamente de la influencia china sobre ambos regímenes.

Pero, por primera vez, los dirigentes de EE UU y China han hablado realmente de igual a igual; y eso, impensable hace pocos años, no es poco. Pekín cooperará con Washington en temas cruciales -se trate del clima, el comercio o la seguridad global- siempre y cuando sus responsabilidades internacionales no entren en conflicto con sus intereses políticos y económicos domésticos. Aparte está el vínculo inextricable entre ambas economías derivado de que China no sólo es el motor de la recuperación mundial, sino también el banquero de EE UU, cuyo enorme déficit financia parcialmente con la compra masiva de bonos. Obama ha acusado esa dependencia

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Asia, en general, va a exigir mucho mayor compromiso, y sería ingenuo creer que la nueva relación que Washington intenta tibiamente impulsar vaya a producir resultados inmediatos. La gira presidencial, por relevante que parezca, es solamente el comienzo de una carrera de fondo llena de obstáculos. Obama tiene el mérito de haber acudido a la región con un claro ánimo de escuchar. Esa actitud es en sí misma un valor en una zona crucial y poco acostumbrada a la atención real del líder de la superpotencia.

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