Atrapados en la red
De pronto, el futbolista acostumbrado a ruedas de prensa retóricas sobre su elongación, la mala racha deportiva o el daño en los isquiotibiales se encuentra ante decisiones que trascienden a su mecánica rutina. No hay costumbre, salvo honrosas excepciones. Y, de pronto, surge el trueno de la selección, la anormalidad de que España o la Vuelta no puedan actuar en Euskadi, o que la selección vasca deba llamarse así o asá o que haya que guardar un minuto de silencio por el asesinato de un ciudadano. Y el futbolista, entonces, se encuentra con que hay vida después de la red; que el mundo no es ajeno a su circunstancia profesional, tan idolatrada como exigida, y que su partido dura más de 90 minutos cada siete días.
A Llorente o Etxeberria les tocó ayer lidiar el toro de su sainete, ambos internacionales, exigentes con la selección vasca, pero clamando, cada uno en su época, por la llamada de La Roja. ¿Se imagina alguien a un futbolista vasco (o riojano) reclamando su internacionalidad española siempre y cuando no se juegue en Euskadi? Sería tan patético que ningún seleccionador confiaría en sus posibilidades futbolísticas mientras no alterase el orden de sus neuronas.
A los políticos nacionalistas presuntamente razonables también se les ha caído el ADSL de la modernidad. Atrapados en su propia red, buscan razonamientos en los diccionarios porque no los encuentran en la cabeza. Viene a ser como el médico condescendiente que sortea entre sus pacientes a quién le da la buena o la mala noticia. El pacto con Zapatero contenta a un sector y votar contra la selección al otro. Y con eso basta. Hasta el día siguiente
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