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Reportaje:

La cadena del desencuentro

Luis Fernández abandona RTVE tras un soterrado enfrentamiento con el Gobierno

Rosario G. Gómez

En noviembre de 2006, Zapatero y Rajoy alcanzaron un acuerdo histórico. Por primera vez, la radiotelevisión estatal iba a tener un presidente designado por el Parlamento y con el consenso de las dos principales fuerzas políticas. PSOE y PP eligieron al periodista Luis Fernández para pilotar la nueva RTVE. Con aquel pacto se ponía fin a la televisión de partido. Los medios estatales iniciaban la mayor revolución en su medio siglo de vida. Tres años después, Zapatero y Rajoy han alcanzado un meteórico consenso y han designado a un ex ministro de UCD, Alberto Oliart, de 81 años, al frente del gigantesco grupo audiovisual.

¿Por qué renuncia Fernández a mitad de su mandato? "Por motivos estrictamente personales", se ha limitado a admitir. Sin embargo, tras esa dimisión hay una cadena desencuentros con el Gobierno. Sus colaboradores no ocultan la razón de fondo: "Vinimos a trabajar con una ley y nos la han cambiado a mital del partido". El Ejecutivo recortaba el margen de maniobra y "la situación se volvió muy complicada", añaden. Además, la crisis del ladrillo y la recesión económica habían puesto en peligro su gran proyecto inmobiliario: la construcción de una sede "emblemática". Para colmo, la nueva ley le obligaba a hacer una televisión de verdadero servicio público. "TVE parece más comercial que nosotros", se quejaban los canales privados.

"La situación se volvió complicada", admite el equipo directivo
Zapatero defendió ante sus ministros el fin de la publicidad en TVE
La Corporación ha perdido 60 millones de euros hasta septiembre
En la parrilla no tendrán cabida programas como 'Mira quién baila'

Fernández comenzó a sentirse incómodo cuando antes del verano empezó a tomar forma la ley de financiación. La reforma, que suprimía de un plumazo la publicidad, se elaboraba a sus espaldas. Estaba abanderada por la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, aunque era una operación impulsada con mano firme por el propio Zapatero. El jefe del Gobierno tuvo que defender ante algunos ministros la necesidad de darle la vuelta al sistema de financiación, según fuentes de Moncloa.

En realidad, RTVE había empezado a cambiar en 2006, con la norma que enterraba el viejo Ente Público y daba la bienvenida a la Corporación. El Estado, de paso, asumía una deuda de 7.800 millones de euros y el Gobierno autorizaba un expediente de regulación de empleo (ERE) que recortaba 4.150 de los 10.000 puestos de trabajo. Fernández se hizo así cargo de una empresa saneada. Con el contador a cero. Sin deuda y sin déficit. El año 2007, primero de su gestión, terminó con un superávit de 13 millones. Pero las cosas se torcieron en el ejercicio siguiente. Volvieron los números rojos: 71,8 millones de pérdidas que el equipo directivo atribuye al incumplimiento de la subvención. RTVE recibió 500 millones en lugar de los 573 esperados.

Otras fuentes, sin embargo, achacan el resultado a la política de compras. "Se tiraba con pólvora del rey, pagando cantidades astronómicas por determinados derechos deportivos, como las motos o el fútbol, o por paquetes de películas de Hollywood".

En 2009, las cosas no han ido mejor. En los nueve primeros meses, RTVE ha perdido 60 millones (de un presupuesto de 1.124 millones). El desplome publicitario hacía temblar el modelo de financiación mixta basado, casi a partes iguales, en ingresos procedentes de anuncios y subvenciones. Volvía el fantasma del endeudamiento. Pero la ley aprobada el pasado verano, la misma que pone fin a la publicidad, permitirá cerrar unas cuentas equilibradas.

Al margen de los vaivenes publicitarios, la Corporación contará el próximo año con 1.200 millones de euros, una parte de los cuales serán aportados por los operadores privados y las empresas de telecomunicaciones. Es la cifra que marca la ley, pero Fernández intentó elevar el presupuesto a 1.300 millones. A partir del 1 de enero, no sólo no habrá anuncios en la pantalla sino que la programación deberá llevar el sello del servicio público. Formatos como Mira quién baila tendrán difícil encaje. La emisión de superproducciones cinematográficas estará limitada y la compra de derechos deportivos, restringida. Demasiadas ataduras para seguir siendo líder de audiencia.

A Oliart le tocará poner en marcha la nueva RTVE. El consejo de administración decidirá con qué equipo. Los directores de TVE y de RNE, Javier Pons y Santiago González, como administradores únicos, tienen contrato por cinco años. A la hora de defender su gestión, Luis Fernández esgrime un irrefutable éxito de audiencia (TVE fue líder la temporada 2008-2009 y hasta la fecha los informativos acumulan 26 meses de hegemonía) y una salmodia propagandística: "Somos más independientes, más rigurosos y tenemos una televisión de mayor calidad". Una senda que abrió Carmen Caffarel y que ahora le toca recorrer a Alberto Oliart en un sector en plena convulsión, con los operadores privados tanteando fusiones y el apagón analógico a la vuelta de la esquina.

SCIAMMARELLA

"Una agresión a un colectivo de 4.000 personas"

La designación de Alberto Oliart, de 81 años, para tomar las riendas del gigante audiovisual estatal ha provocado una sensación de estupor y desconcierto en muchos afectados por ERE que aprobó el Gobierno hace tres años. Aquel plan era voluntario pero muy tentador (garantizaba el 90% del sueldo) y abocó a la prejubilación a 4.150 trabajadores de más de 52 años. Algunos se plantean explorar la vía judicial para saber hasta qué punto la empresa que los retiró puede incorporar a alguien que sobrepasa ampliamente la edad de jubilación.

Juan Manuel Martín de Blas, director de Ésta es mi tierra o Por la ruta de la memoria,

engrosó la lista del ERE. La propuesta de designar a Oliart le parece "un sarcasmo, una contradicción y una agresión a un colectivo de más de 4.000 personas que fuimos desalojadas por tener más de 52 años". Es también "una falta de finura política y social, algo inesperado en un Gobierno socialista, y un paso más para desmontar la televisión pública, que en poco tiempo será una cadena residual, como la PBS estadounidense, con un 3% de audiencia, y dedicada a transmitir bodas reales y desfiles militares". Martín de Blas sostiene que esto no tiene nada que ver con la persona elegida, "cuya trayectoria política y literaria es muy respetable".

"Estaba en lo mejor de mi carrera", comenta Curra Ortiz de Solórzano, directora de programación de La 2 cuando dejó TVE. Tenía 53 años. Ahora ve la operación Oliart como una "burla y una contradicción". "El Gobierno dejó de tener en cuenta la experiencia y utilizó sólo el criterio de la edad para prejubilarnos. Ahora ha considerado que la experiencia y la edad son un grado para presidir la empresa".

En la misma línea se pronuncia el realizador Adolfo Dufour: "A los 81 años una persona puede estar plenamente capacitada, pero es una contradicción y una ironía que hayan expulsado de la televisión pública a profesionales que estaban en su mejor época para desarrollar su trabajo". Prueba de ello es Septiembre del 75, un documental que acaba dirigir y en el que narra la tenaz lucha de Flor por reivindicar la inocencia y la memoria de su hermano, Xosé Humberto Baena, militante del FRAP fusilado en 1975.

Convencida de que la edad no debe ser obstáculo para desempeñar un trabajo, la reportera Rosa María Artal observa, igualmente, la incongruencia del Gobierno. "O valorados a todos por la edad o a ninguno", dice, y se pregunta: "¿Si se valora la experiencia de Oliart, porque no se valoró la nuestra?". Artal reprocha también a los directivos de RTVE que presuman de que la televisión actual es la más independiente y plural de la historia y "menosprecien" la de antes. "Dar unos gramos a un político y otros gramos a otro no me parece que sea información plural y rigurosa. El periodismo no es sólo cuestión de equidistancia. Tiene que aportar datos y explicar la noticia".

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