La ilusión de Centella

El 7 de noviembre se cumplió el nonagésimo segundo aniversario de la toma del Palacio de Invierno, y el 9 del mismo mes, el vigésimo de la caída del muro de Berlín, festejado como uno de los acontecimientos mayores del siglo XX en Alemania y en el resto del mundo. Entre una fecha y otra, el Partido Comunista de España ha celebrado su XVIII Congreso, tras el que José Luis Centella ha sustituido en la secretaría general a Francisco Frutos. Más que una casualidad, la coincidencia de las fechas resume el dilema al que se enfrenta el nuevo líder de los comunistas españoles y, con él, uno de los partidos políticos históricos de nuestro país. O bien Centella se reafirma en las recias certidumbres que llevaron a la toma del Palacio de Invierno, pero también a la estrepitosa caída del muro de Berlín, o bien se inclina por considerar que la izquierda que representó el Partido Comunista en su día necesita una puesta a punto.

Sigmund Freud publicó en 1927 El porvenir de una ilusión, un ensayo sobre el futuro del sentimiento religioso. En 1995, François Furet publicó una monumental historia de la idea comunista y, haciéndose eco del trabajo de Freud, no dudó en titularla El pasado de una ilusión. En sus primeras declaraciones como secretario general, Centella ha dado alguna indicación sobre el camino que se propone emprender al tomar implícito partido a favor de Freud y contra Furet, diciendo que "hablar de comunismo no sólo no está pasado, sino que es presente y futuro". Ha asegurado, además, que "en el siglo XXI la revolución es posible", tal vez con el secreto propósito de explicar qué género de ilusión es la que abrazará el Partido Comunista bajo su dirección.

Las próximas elecciones servirán para saber si Centella ha acertado y, por tanto, si el retorno a los orígenes que ha defendido en sus primeras declaraciones como secretario general coloca al Partido Comunista de España más cerca de la toma del Palacio de Invierno que de la caída del muro de Berlín. Esto es, si la ilusión que defiende Centella goza del futuro que predecía Freud o pertenece al pasado en el que la confinó Furet.