Un poco de oficio basta
El Athletic no necesita hacer mucho para vencer a un débil Racing
Tan malito está el Racing, es tan poquita cosa, que consiguió demostrar algo que nadie había conseguido hace mucho: que el Athletic, tan visceral, tan fiel a la arqueología y sin Llorente, resulta que tiene oficio para gestionar un partido al que le puso muy poca calidad, pero la energía suficiente para abochornar al contrario. Es, hoy por hoy, el Racing tan poquita cosa que el Athletic pareció mucho más de lo que fue. El primer gol, obra de Gurpegui, desnudó tanto a uno como revistió al otro. Un cabezazo que suspendió de raíz a un defensa negado, Christian, y a un portero asustado, Toño. Entre la indolencia de ambos surgió Gurpegui que será cualquier cosa menos indolente para mandar a la red un centro bien puesto de Castillo, quizás el primer libre indirecto que ejecuta en el Athletic, sometido a la dictadura de los veteranos.
RACING 0 - ATHLETIC 2
Racing: Toño; Pinillos, Torrejón (Arana, m. 60), Osmar, Christian (Sepsi, m. 70); Luis García, Moratón, Lacen, Serrano; Geijo y Tchité (Xisco, m. 60). No utilizados: Coltorti; Crespo, Colsa y Diop.
Athletic: Iraioz; Iraola, Ustaritz, Amorebieta, Castillo; Gurpegui, Javi Martínez, Orbaiz (San José, m. 88); Susaeta (David López, m. 92), Ion Vélez (Díaz de Cerio, m. 86) y De Marcos. No utilizados: Armando; Etxeita, Gabilondo y Etxeberria.
Goles: 0-1. M. 31. Gurpegui. 0-2. M. 74. Iraola, de penalti.
Árbitro: Paradas Romero. Amonestó a Tchité, Pinillos, Lacen, Christian, Ion Vélez y Ustaritz.
14.412 espectadores en El Sardinero.
Ese gol, tan circunstancial como expresivo, no sólo hundió a los jugadores del Racing, huecos de juego y vacíos de ideas, sino que acabó por confundir a su cuestionado técnico, Mandiá, con poca capacidad de reacción para ver los defectos de su equipo: falta de hilazón y una defensa que se apaña por el centro pero que tiene dos vías de agua en los costados por las que transitó el Athletic sin necesidad de hacer encajes de bolillo. Si el Athletic hubiera mandado sus pelotazos en vez de al centro, donde sobresalía el joven Osmar, a su costado izquierdo, el partido se hubiera roto en diez mil pedazos. Era tan brutal la superioridad de Susaeta sobre el veteranísimo Pinillos que de haberle atacado sin descanso, se hubiera marchado voluntariamente al vestuario, harto de verle el número en la espalda. Eso le costó el primer gol de Gurpegui, y eso, su mala defensa, le costó el clarísimo penalti de Lacen a Ion Vélez, que transformó Iraola.
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