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Entrevista:DESAYUNO CON... IRINA BOKOVA

"Yo ya me he convertido en un símbolo"

Antonio Jiménez Barca

La mañana es plomiza, otoñal. Llueve en París e Irina Bokova se presenta en el café envuelta en una gabardina verde militar y un elegante chal de colores vivos. El local, vacío a las nueve y media de la mañana, se encuentra cerca de su residencia de embajadora búlgara en Francia. No hay tiempo para ir más lejos.

Desde el 29 de septiembre, esta mujer de 58 años, delgada y rubia, es la directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con sede en París, y su vida ha entrado en una espiral absorbente. Es la primera vez que la institución elige como cabeza visible a una mujer y a un dirigente de los antiguos países comunistas. "Con respecto a lo primero, es una señal. He recibido cientos de mensajes de mujeres diciéndome que están orgullosas. Eso indica que aún faltan etapas que cumplir para las mujeres. A veces, todavía veo falta de ambición. Con respecto a lo segundo, significa la plena integración de este tipo de países, que han sabido adaptarse, transformarse".

Nacida en un país del Este de Europa, es la primera mujer al frente de la Unesco

Pide un café crème y un cruasán. Habla perfectamente búlgaro, ruso, inglés, francés y español. "Siempre me encantó la cultura latinoamericana. Y en mi juventud me interesó sobre todo el Chile de Allende", explica. Esta mujer contenida recuerda con emoción la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1989, el final del comunismo: "Acababa de volver del extranjero, y noté que en seis meses que había estado fuera, mi país se había transformado: la reforma era imparable. Éramos más jóvenes, yo tenía 38 años, y veíamos que todo era posible".

¿Qué queda de los regímenes comunistas? "Tal vez cierta conciencia social. Pero eso es el pasado, lo que importa es el futuro", zanja con una sonrisa. Nació en Sofía, estudió en Moscú, residió en Estados Unidos, fue secretaria de Estado y ministra de Asuntos Exteriores de Bulgaria durante algunos meses. Desde 2005 ha sido embajadora búlgara en Francia, cargo al que renunciará en breve.

No partía como favorita para dirigir la Unesco. Hubo que celebrar cuatro reñidas votaciones en cuatro días, se presentaron cinco candidatos y participaron delegados de más de 150 países. La diplomacia influía en cada voto. Se cumplieron viejas promesas de jefes de Estado, se arreglaron tratos a última hora...

Al final, Bokova se impuso al candidato por el que todos apostaban, el polémico político egipcio Farouk Hosni. Ella lo explica con una calma muy de embajadora: "Sabíamos que íbamos a ganar. Si no, no nos habríamos presentado. Durante un año visité 47 países". ¿Y cómo fueron esos cuatro días frenéticos de negociaciones? "Oh, eso pertenece al pasado, y hay que mirar al futuro", responde.

Dice estar decidida a impulsar la institución, un tanto paquidérmica y adormecida. "Tenemos que convertir la Unesco en una suerte de conciencia de la humanidad. Nuestra labor es fortalecer el humanismo, la dignidad, el diálogo. Es mi ambición". ¿Y qué papel desempeña en eso el director general? "Yo ya me he convertido en un símbolo", dice sin petulancia.

Ama la música, toca el piano, le gusta la arqueología y cuando era estudiante le apasionaban las novelas de ciencia-ficción con trasfondo moral: Ray Bradbury, Stanislaw Lem... Ahora ya no. Para leer en su casa, se olvida de ese futuro al que alude constantemente, y se sumerge en los libros de historia.

Bokova cree que del comunismo queda cierta conciencia social.
Bokova cree que del comunismo queda cierta conciencia social.D. MORDZINSKI

Café de l'Alma. París

- Un café crème: 5,50 euros.

- Un café solo: 3,50.

- Dos cruasanes: 6,00.

Total: 15 euros.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.
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