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Crónica:LIGA DE CAMPEONES | Cuarta jornada
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Rubin esteriliza al Barça

A pesar de cuajar una buena primera parte, los azulgrana fueron incapaces de marcar en Kazán

En cualquier parte del mundo, un rubí es una piedra preciosa relativamente fácil de tallar. En Kazán, no. En Kazán hay un equipo que se llama Rubin -o sea, rubí en ruso- duro como el hormigón, imposible de resquebrajar. Al menos, para el Barcelona, que ayer se estrelló contra el muro ruso como ya lo hizo en el Camp Nou. A diferencia de lo acontecido hace quince días, el Barça sacó un punto. Mal menor, pero poco consuelo, porque en otras circunstancias, seguramente empatar en un campo donde el césped estaba tan mal y hacia tanto frío no hubiera sido mal premio. Pero ayer necesitaba la victoria para sacar la cabeza en el grupo, y así vivir más tranquilos, como diría Messi, para no depender, como depende ahora, de ganar al Inter en el Camp Nou y al Dinamo, en Kiev, para pasar a octavos.

RUBIN 0 - BARCELONA 0

Rubin: Ryzhikov; Salukvadze, César Navas, Sharonov, Ansaldi; Kaleshin, Noboa, Semak, Ryazantsev; Domínguez y Karadeniz (Bukharov, m. 62). No utilizados: Revishvili; Bystrov, Sibaya, Popov, Gorbanets y Kasaev.

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Puyol, Abidal; Xavi, Keita (Henry, m. 83), Touré; Messi, Ibrahimovic e Iniesta. No utilizados: Pinto, Márquez, Bojan, Busquets, Pedro y Maxwell.

Árbitro: Konrad Plautz. Mostró la cartulina amarilla a Semak, Puyol, Ryzhikov.

Tsentralniy Stadium. 30.000 espectadores.

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Los azulgrana salieron al campo con todo su arsenal, incluido Alves. Lesionado en la última jugada contra el Rubin, el brasileño reapareció y el equipo se asentó especialmente porque Puyol pasó a jugar de central y mezcló muy bien con Piqué. A los barcelonistas poco les importó que no jugara el gigante Bukharov, recuperado de su lesión, y que Berdyev no tocara ni una pieza del once que ganó en el Camp Nou. En el Rubin sólo cambió la camiseta -ayer jugó de grana- respecto a la ida. Otra vez las dos líneas de cuatro muy juntas sobre la frontal, Domínguez de enganche y Karadeniz metido en los centrales como una bala. Otra vez el frontón. Unos y otros fueron fieles a una manera de entender el juego que practican de memoria.

A pesar del buen funcionamiento defensivo del Rubin, el grupo azulgrana acumuló méritos sobrados para ganar, sobre todo durante el primer tiempo, en el que tuvo la pelota el 75% del tiempo. Únicamente en el último cuarto de hora apareció resignarse a su desgracia. El trabajo, sin embargo, no le sirvió de nada, sino que al final acabó desquiciado y cayó en la provocación rusa de convertir el choque en un peligroso ir y venir. Valdés apareció en los momentos de duda y con intervenciones de mérito cerró su portería a cal y canto. Los rusos solo tiran la contra cuando saben que van a acabar la jugada, y sus tres tiros fueron muy peligrosos.

La victoria del Rubin hubiera sido injusta, pero no siempre gana el que más chuta, ni el que más tiene la pelota, ni el que más llama a la puerta. Lo de ayer en el Centralnyi es un buen ejemplo. Si en el partido de ida el Barcelona remató 23 veces, ayer lo hizo en 19 ocasiones. Pero donde no llegó el portero, que a ratos pareció tener tres brazos, apareció la mala puntería. O el palo, como sucedió a los dos minutos de partido, cuando Iniesta habilitó a Ibrahimovic, que superó la salida de Ryzhikov con un toque sutil. La pelota dio un par de botes y pegó en el poste, el cuarto tiro al palo en el doble enfrentamiento con los rusos. Guardiola suele decir que la suerte no existe, pero está claro que la mala suerte puede decidir un partido. O los dos, en este caso.

Convertido en pivote, Ibrahimovic ofreció su pecho al equipo, que le buscó mucho para jugar a su alrededor, con los dos extremos, Messi e Iniesta, jugando mucho por dentro para dejar el carril a los laterales. El Barcelona se volcó y jugó muy bien, recuperando la pelota en campo ajeno, tocando con paciencia, combinando, gustándose. Imperial estuvo Xavi en el arranque del partido: una elegante vaselina suya rozó el larguero. A la carga, el Barcelona asedió la portería rusa desde lejos, metiéndose hasta la cocina, como Messi en el minuto 20 o en una acción de estrategia, en el 41, cuando el Barcelona probó la jugada de Pedrito: o sea, Ibrahimovic amenaza con soltar un zapatazo, pero toca suave a la derecha de la barrera donde de la nada aparece Iniesta. El problema es que también apareció el portero. A diferencia de lo acontecido hace un año en Huelva, donde Messi convirtió en gol la misma jugada, ayer el Rubin sólo se llevó un buen susto. La jugada demuestra la capacidad de los rusos para concentrarse en su faena: cuando Iniesta encaró al portero, ya había tres defensas bajo los palos. Ni Iniesta ni Messi pudieron marcar las diferencias que por juego generaron Xavi e Ibrahimovic.

Resignados a la evidencia, harto de pegarse de bruces contra el muro, de rematar contra un frontón de hormigón, al Barcelona se le escapó el tiempo y dos puntos. Los tártaros, que fueron capaces de frenar a Iván el Terrible en el siglo XVI y a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, también le ganaron el pulso al tricampeón. Y eso tiene su mérito.

Puyol pelea por el balón con Gökdeniz.
Puyol pelea por el balón con Gökdeniz.REUTERS

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