Merkel asegura a Estados Unidos una alianza fuerte con Europa
"No es aceptable una bomba atómica en manos de Irán", dice la canciller alemana
En una solemne comparecencia ante una sesión conjunta del Congreso estadounidense, la canciller alemana, Angela Merkel, prometió ayer una alianza "fuerte y segura" de su país y de Europa con EE UU como pilar esencial de un mundo en paz, con democracia y libertad. Esa alianza no se puede dar ni mucho menos por descontada en una época en la que, mientras las amenazas totalitarias se multiplican en dimensión y formas nunca conocidas, la Alemania reunificada busca todavía su papel en el escenario internacional, Europa se debate en una profunda crisis de identidad y EE UU dirige hacia Asia las prioridades de su política exterior.
La alianza trasatlántica nunca ha estado sometida a más dudas ni ha tenido que sortear más obstáculos para su supervivencia. Por esa razón, la presencia de Merkel en el Capitolio, más de 50 años después de que otro líder alemán, Konrad Adenauer, hablara en el mismo foro, representa un gran acontecimiento. Lo sucedido en Alemania entre Adenauer y Merkel, desde el milagro económico hasta la reunificación, es el mejor ejemplo de los beneficios de la alianza trasatlántica. Que Merkel la ratificara ayer en los términos en que lo hizo puede ser la mejor prueba de su vigencia.
La dirigente urge ante el Congreso de EE UU a combatir el cambio climático
"La Campana de la Libertad de Berlín es, como la Campana de la Libertad de Filadelfia, un símbolo que nos recuerda que la libertad no llega por sí sola", dijo, en inglés, la canciller alemana. "Es necesario luchar por ella y defenderla cada día de nuestras vidas. En ese esfuerzo, Alemania y Europa serán, también en el futuro, un fuerte y seguro aliado de Estados Unidos. Se lo prometo".
Es un mensaje que sonó en Washington con la garantía y la contundencia que merecen el momento y el mensajero. Merkel vino a la capital norteamericana a seis días del 20º aniversario de la caída del Muro y pocas semanas después de haber ganado en las urnas el apoyo para un nuevo y fortalecido mandato. Llegó a un país enfrascado en la búsqueda de una solución a las dos guerras en las que combate y poco antes de que Barack Obama emprenda un viaje crucial a China y Japón.
Esas circunstancias revelan la dificultad que supone hoy convertir en realidad los deseos de cooperación entre ambas orillas del Atlántico. Por encima de todas esas dificultades, de forma inmediata, Afganistán, Irán y la cumbre de Copenhague sobre el clima son los asuntos que consumieron la entrevista de Merkel con el presidente de EE UU. Ambos estuvieron de acuerdo en que, como después dijo Merkel en su discurso ante el Congreso, la guerra de Afganistán "debe ser conducida hacia la siguiente fase". "El objetivo debe ser desarrollar una estrategia para la cesión de responsabilidades" al Gobierno afgano, manifestó la canciller.
Aunque Obama todavía no ha desvelado sus nuevos planes para ese conflicto, se da por descontado que una de sus prioridades será también la de acelerar la devolución de la plena soberanía a las autoridades de Afganistán. La Casa Blanca quisiera, no obstante, que, en el caso de que fuera necesario prolongar o incrementar el esfuerzo militar, Estados Unidos pudiera contar con que sus socios de la OTAN, entre ellos Alemania, lo harían en similar proporción.
Alemania y Estados Unidos trabajan también juntos en la actualidad en la misión de impedir que Irán tenga armas nucleares. Los dos países intentan hacer creíble la amenaza de sanciones contra el régimen de Teherán si no se llega a un acuerdo en el diálogo actual. Merkel refrendó ayer esa posición. "Irán conoce nuestra oferta", dijo, "pero sabe también que hemos trazado una línea: no es aceptable una bomba atómica en manos de un presidente iraní que niega el Holocausto, amenaza a Israel y le niega el derecho a existir".
La canciller alemana quiso empujar a este país en otro asunto sobre el que aquí existe mucha menos conciencia de riesgo: el cambio climático. "No tenemos tiempo que perder", le recordó Merkel a un Congreso que se resiste a aprobar las reformas legales que Obama promueve para intentar salvar la reunión de diciembre en la capital de Dinamarca.
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