¡Que siga el espectáculo!

Colea, y tiene pinta de que va a colear mucho tiempo, el espectáculo por la sucesión en Caja Madrid. La virulenta pelea entre el presidente del PP, Mariano Rajoy, y la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre -elevada de tono por las acusaciones del vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo-, es digna de la galería de los horrores; pero, más allá de la mera sucesión, se ha convertido en excusa para acometer una verdadera batalla por el control del partido.

Esta semana Rajoy se ha visto obligado a decir que el mejor candidato "sería" Rodrigo Rato -lo dijo en condicional- y apeló a su pasado como ministro de Economía y director del FMI, a sabiendas de que el Gobierno socialista no olvida el plante que dio al abandonar ese puesto tras apostar por él. Rajoy tenía que sacar un peso pesado para ganar el pulso en el partido a Aguirre, de la misma forma que ésta tenía que reconocer que es un candidato "colosal", pero igual que su protegido Ignacio González, Manuel Pizarro o Luis de Guindos u otros. En el fondo estaba mandando el mensaje de que no está dispuesta a admitir que le impongan un presidente en una entidad de la que se siente dueña. La Ley de Cajas da todo el poder a las comunidades autónomas y no al Banco de España, cuya misión es vigilar la solvencia y la gestión. Y ella lo ejerce.

Así están las cosas; pero quizá nadie ha reparado, y si lo ha hecho no lo quiere ni pensar, que existe un proceso judicial en curso que puede determinar los tiempos y que, en el mejor de los casos, llevaría la resolución a finales de enero. Para que eso ocurra, la juez Inmaculada Vacas, que lleva el caso de la demanda presentada por el Ayuntamiento de Madrid contra los cambios impuestos por Aguirre en la composición de la asamblea de la caja, tiene que levantar la suspensión cautelar que impuso, o bien que el consistorio madrileño, el de Barcelona y CC OO, que también presentaron una demanda, retiren los cargos. Se oponían al reparto realizado por Aguirre, según el cual la mayoría de los 64 representantes a los que renunció la Casa Real van a parar a la Asamblea regional. El asunto es importante porque ese número podría decidir un puesto en el Consejo de la entidad.

La cuenta atrás para el pronunciamiento de la juez comienza a partir de mañana, 2 de noviembre, que es cuando acaba el plazo para presentar alegaciones. Si levanta las medidas cautelares, se reanuda el proceso electoral. Eso significa que los ayuntamientos, la Asamblea de Madrid y las entidades representativas deben elaborar las listas para renovar sus representantes en la asamblea de la caja. Es decir, se abre un periodo que dura al menos un mes. Posteriormente, la Comisión Electoral debe analizarlas para comprobar que todos los candidatos cumplen los requisitos, lo que supone otros 10 o 15 días. Teniendo en cuenta las fechas navideñas, se alcanza Reyes casi sin querer. En ese momento el Consejo de la caja debe convocar la asamblea general electoral, lo que lleva por lo menos otros 25 días, ya que hay que publicarlo y aprobarlo. Entre una cosa y otra, finales de enero.

En una de las listas debe figurar el futuro presidente, que debe ser elegido consejero. De los 320 compromisarios de la Asamblea se renuevan 180, los correspondientes a los ayuntamientos (100), la Asamblea de Madrid (48) y las entidades representativas (32), y quedan para 2012 los de los sindicatos y los impositores. De ahí salen 12 consejeros (siete, tres y dos) de los 21 miembros del consejo, que deben elegir al presidente.

Pero si la juez no levanta la suspensión, el proceso se puede alargar. Y mucho. En ese sentido, lo mejor sería que el Banco de España interviniera la caja ratificando al actual órgano de gobierno o nombrando a profesionales reconocidos. Cualquiera de las dos opciones es mala para la entidad, porque muestra signos de debilidad que de no ser por la batalla política no se producirían. Y es que por mucho que en el seno de la entidad digan que apenas afecta a los clientes, los competidores han puesto a merodear a sus comerciales en los alrededores para pescar descontentos.

En el seno de la caja se cuestionan por qué en el PP no han puesto a alguien que sepa de cajas, como Pizarro, para controlar el proceso. Pero el propio Pizarro, cuyo nombre fue uno de los que primero sonó para presidente, se desmarcó. Sigue en su escaño, como prometió, y con pocas ganas de meterse en líos, como dijo.