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AL CIERRE
Columna
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La casa vampiro

Ante la visión del piso vacío, pensé en la condición vampírica. Las casas se alimentan de nosotros como lo hacen los vampiros: chupándote la sangre para teñir con ella, lentamente, sus propias paredes y crear así un vínculo, cómo decirlo: servidumbre, dependencia, necesidad, amor.

Supongo que era normal que mi cerebro, mientras contemplaba el vaciado del hogar, pensara en la figura del vampiro, pues parece haberse convertido en la principal de la mitología de nuestro tiempo. A las películas y a las novelas que todos conocemos, se le ha sumado una teleserie: True blood. El título procede de una marca de sangre sintética inventada en Japón, que ha permitido que la especie vampírica blanqueara su existencia. De modo que ahora son ciudadanos, con derechos y con obligaciones, protagonistas de los debates más candentes de la actualidad: ¿Hay que permitir que haya vampiros que no quieran alimentarse con True blood y prefieran la sangre realmente real? ¿Es aceptable el sexo entre humanos y vampiros? ¿Puede un ciudadano estar muerto? Los conflictos milenarios, lejos de desaparecer, se han vuelto públicos. Los vampiros poseen su propio sistema político, sus propias normas, secretos que no desean revelar. Por su parte, los habitantes de Bon Temps, el pueblo donde se ambienta la ficción, desconfían de la llegada de esa nueva minoría exactamente igual a como hicieron con otras anteriormente: con rechazo y con fascinación, con violencia y con hipocresía.

Durante un cuarto de siglo somos adolescentes buscando hogar

Necesito que me invites a entrar, le dice el vampiro Bill Compton a la virgen Sookie Stackhouse. Los vampiros precisan de autorización para entrar en una casa. Él vive en una mansión; ella, que transporta una casa en su apellido, en la de su abuela. Los separa un cementerio. La pérdida de la virginidad es el momento central de la primera temporada. Tiene lugar en la mansión, en una atmósfera de velas encendidas: déjale entrar. Pese a la existencia de un asesino psicópata, todo el mundo en Bon Temps deja las puertas abiertas.

No sé cuántos minutos pasé, ensimismado, pensando en vampiros en el umbral de mi casa vaciada, con la mancha de humedad al fondo. Cuando finalmente regresé a la realidad, entendí de pronto por qué el vampiro es uno de los mitos centrales de nuestra época. La adolescencia. True blood es una teleserie terriblemente adolescente. Hemos reducido la niñez y hemos retrasado la llegada de la edad adulta: durante un cuarto de siglo somos adolescentes buscando hogar.

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