_
_
_
_
_

Los Mossos desalojan las viejas oficinas de Fecsa en El Prat

El edificio servía de "casal' autónomo" desde que fue ocupado hace seis años

La actividad en las antiguas oficinas de Fecsa en El Prat de Llobregat ha terminado. Las clases, los debates y los conciertos que se celebraban en el edificio ya no se programarán, al menos en ese inmueble. Los Mossos d'Esquadra desalojaron ayer la finca, ocupada desde hace seis años por un colectivo que la convirtió en un centro social o "casal autónomo". El consistorio de El Prat, un bastión del PSUC y de Iniciativa desde 1979, proyecta allí un ensanche de la ciudad en el que culminará la Gran Via metropolitana.

El desalojo acabó sin incidentes, aunque fue aparatoso: el edificio alberga aún un centro de transformación eléctrica, que alimenta a 318 abonados. Se les tuvo que cortar la luz mientras duró la operación. Arrancó a las 6.30 de la mañana, cuando ocho vehículos antidisturbios se desplazaron al edificio, situado frente a la estación de Renfe. Cinco okupas les esperaban en la casa, en guardia ante el inminente desalojo. Cuatro se encadenaron al tejado para entorpecer la operación policial, aunque no confiaban en repetir el éxito del pasado día 22. Para entonces estaba planeado el desalojo, pero los Mossos pidieron al juez una prórroga. Trataban de coger desprevenidos a los ocupantes y evitar así que el asunto produjese posibles incidentes.

La finca está en el gran ensanche que planea el Consistorio, de ICV

Esta vez los antidisturbios -que, una vez más, ocultaron su número de identificación- no tuvieron problemas. Desencadenaron a los activistas, los bajaron del tejado con una grúa y la policía dio paso a los operarios, que ya trabajan en el derrumbe de la finca. Sin incidentes. "No ha sido violento, pero sí agresivo", explicó uno de los encadenados, Aleix Domínguez. "Tenían una actitud chulesca, provocativa", añadió otro de ellos, Xavi.

La finca fue ocupada en enero de 2003 por un colectivo que ha allanado otros edificios de El Prat desde hace más de una década. "Cuando llegamos, tuvimos que limpiarlo todo, retirar maquinaria y adecentarlo", recordó Joan, su portavoz. Tras una reforma iniciaron sus actividades: pactaron con los vecinos un concierto al mes y permitían el acceso a operarios de Fecsa, que mantenían el transformador eléctrico. "Se portaban bien y daban vida al barrio. De vez en cuando hacían un poco de ruido, pero eran respetuosos", resumió una vecina de 83 años. En el amplio local, que tenía incluso un escenario, se celebraban reuniones de entidades de El Prat, talleres, debates y conciertos. Una cooperativa de productos ecológicos lo usaba incluso como punto de distribución. Y durante las fiestas mayores de El Prat, que se celebraron en septiembre, el casal organizó unos festejos alternativos que cosecharon un gran éxito de público.

Ayer por la tarde, más de un centenar de okupas protestaron en la plaza mayor de la ciudad. Llegaron a acceder al vestíbulo del Ayuntamiento, donde dejaron pegatinas y octavillas. A los 10 minutos aparecieron dos vehículos antidisturbios y los manifestantes se desplazaron, sin incidentes, hacia las puertas del edificio ya vacío, no muy lejano.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Endesa inició allí, ayer mismo, el derribo de la finca, que se encuentra en una zona afectada por la profunda transformación urbana que proyecta el Consistorio. Dará paso a una zona verde de acceso a la futura estación intermodal. Y justo enfrente, sobre los solares de la vieja fábrica de La Seda de Barcelona, emblema desaparecido de la industria local, se erigirán unas 4.000 viviedas. Más allá, El Prat se extenderá hacia el norte con un gran parque y otras 5.000 viviendas. Y bajo las excavadoras sucumbirá la última proclama de las paredes del edificio: "Nunca desalojaréis nuestras ideas".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_