Bob Dylan no cabe por la chimenea
El músico entrega una provocadora colección de villancicos
Este año, Bob Dylan tampoco ha ganado el Nobel. No pasa nada: se ha comprobado que cuenta con unos ardientes paladines académicos que insisten en minimizar la distancia entre la literatura escrita y la cantada. Pero todos los medios están intentando descifrar su última jugada: esa estrambótica colección de temas navideños, cuyos beneficios están destinados a organizaciones caritativas.
La primera duda es si Christmas in the heart (Sony) merece formar parte del canon de Bob o sí debe quedar aparcado junto a Self portrait o Dylan, cajones de sastre que salieron a principios de los setenta. El fervor navideño del artista no ha llegado al punto de hacerse fotografías ad hoc para ilustrar el disco. En portada, Christmas in the heart lleva una imagen invernal que sugiere la antigua Rusia; en contraportada, los Reyes Magos están siguiendo la estrella. En el interior, sin embargo, se aprecia cierta voluntad desmitificadora: una foto de unos cansados músicos italianos ataviados de Santa Claus y un retrato sexy de una Bettie Page navideño, pintado por Olivia De Berardinis.
Ese ambiguo envoltorio resulta adecuado para un proyecto claramente provocador: cabe suponer que la mayoría de los seguidores de Dylan no son devotos de la Navidad. Aunque sí pueden tener interés por su cancionero, explorado jubilosamente por Dylan en alguno de sus programas radiofónicos. Algo de eso se ha filtrado a Christmas in the heart: destaca el ambiente hawaiano de Christmas island o el alboroto tex-mex de Must be Santa, que sigue el arreglo en polca del Brave Combo.
Pero dominan las canciones obvias, incluyendo el Adeste fideles (transcrito por vez primera en el siglo XVIII). Y Dylan también añade tópicos de los discos navideños, como el insinuante coro femenino o las campanitas, como si intentara competir con Ray Conniff. Pegotes que diluyen el fenomenal swing de los músicos, la banda de directo de Dylan reforzada por David Hidalgo, de Los Lobos, o el histórico guitarrista Phil Upchurch.
El disco funciona cuando manda ese rock añejo -sazonado por country, jazz y blues- que caracteriza a sus tres últimos discos. Y se atraganta con el repertorio más convencional: la oxidada voz de Dylan añade (¿involuntarias?) gotas de sarcasmo y amenaza a El tamborilero o Hark the herald angels sing; los niños pueden pensar que se ha colado un personaje de pesadilla en el confortable universo cristiano de los villancicos.
En Estados Unidos, Christmas in the heart resulta un disco un tanto improbable por el origen hebraico de su responsable. Pero eso supone desconocer la voluntad de integración de los artistas judíos, como Barbra Streisand o Neil Diamond, que honran a la cultura dominante lanzando discos navideños. No se deben considerar gestos religiosos sino actos de pleitesía al American way of life, que entronizó la Navidad como apoteosis del consumo y temporada de forzada confraternización.
En el caso de Bob Dylan, también puede ser una broma colosal. No siempre apreciamos su retorcido sentido del humor: un chiste en su espacio radiofónico, donde aseguraba que le querían contratar para dar instrucciones en los sistemas de GPS, rebotó por todo el mundo como una noticia fidedigna.
Conviene saber que el citado programa, Theme time radio hour, está parado, tras 100 ediciones. Sirius XM, la empresa de radio por satélite que contrató a Dylan, no logra despegar y Theme time radio hour, con su equipo amplio, era un espacio caro. Para los interesados por la ecléctica música que allí sonaba, el sello Ace acaba de publicar un doble CD, soberbiamente anotado, con 50 de los temas incluidos en la segunda temporada. Ese sí que podría ser un gran regalo de Navidad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.