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Columna
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Lucha de barricadas

Se agota el espacio. A Madrid se le están acabando los metros urbanizables, como la maltrecha vena de un yonqui, como la tatuada piel de un maorí, ya no hay sitio para otra incisión, para la aguja de otra tuneladora, para abrir una brecha más en el terreno sobre la que edificar un PAU, una urbanización, una serpiente de chalets adosados.

El municipio se ha saturado y ahora es el momento de meditar sobre el resultado de toda una década de furibunda construcción inmobiliaria. Pero también de plantearse cómo reordenar, cómo mejorar, cómo revitalizar el centro de la capital. Tras rompernos el COI el corazón, evaporado el gran proyecto olímpico, lo más razonable es olvidar las nuevas edificaciones, los pabellones, las villas deportivas y las piscinas cubiertas para centrarnos en rehabilitar los barrios envejecidos y en actualizar las infraestructuras existentes.

En Madrid hay mucho que mejorar, pero lo emocionante es que nadie se mueve de aquí

La semana pasada tuvo lugar en La Casa Encendida la segunda edición de Piensa Madrid, un taller que durante dos jornadas reunió a diferentes plataformas y colectivos que no dejan de cavilar sobre cómo embellecer esta metrópoli, cómo hacerla más cómoda, más nuestra. Entre los diversos grupos que expusieron sus ideas urbanísticas (Ludotek, Traficantes de Sueños, Visualizar Madrid, Basurama, Urbanacción, Alterpolis...) está Paisaje Transversal. Esta plataforma, creada hace dos años por estudiantes de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, no sólo está constituida por arquitectos, sino por sociólogos, artistas, biólogos, geógrafos y ambientalistas. Lo interesante de su propuesta es precisamente la visión caleidoscópica desde la que abordan problemas de Madrid como las infraviviendas en Lavapiés, la discriminación racial en Tetuán o la desafortunada concepción de los nuevos PAU donde la sobredimensión de las avenidas y los espacios comunes los convierte en lugares inhóspitos y solitarios.

Al margen de la importancia y la puntería de los análisis de Paisaje Transversal y el resto de las plataformas, lo llamativo es la voluntad de reflexión, de análisis y de acción que existe en Madrid en torno a la propia ciudad. Esta capital está minada de complejos, de contradicciones, de esquizofrenias y de conflictos. Precisamente por eso es poco autocomplaciente y siempre está cuestionándose a sí misma, comparándose con otras urbes. Tanto madrileños como estudiantes provenientes de otros lugares de España conforman los grupos que en La Casa Encendida expresaron su visión y su previsión de Madrid, autóctonos y foráneos ofreciendo diferentes perspectivas sobre un lugar que sienten tan suyo como inconquistable.

Los habitantes de esta villa no dejamos de soñar con abandonarla, con transformarla, con aprender a quererla un poco más. La ciudad no es únicamente un paisaje sino un compañero, un ser vivo con el que tratamos día a día, al que amamos y odiamos, pero en quien seguimos teniendo fe. No perdemos la esperanza de que Madrid pueda cambiar, de que nos cambie; confiamos en la mejora de nuestra relación, aún creemos que, juntos, podemos ser más felices.

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Es significativo y admirable el inconformismo de los chavales que no sólo despotrican contra las obras y los atascos, contra los políticos y los restaurantes llenos, sino que ofrecen alternativas, soluciones y proyectos que despiertan la conciencia y la ilusión de quienes les escuchan. Veinteañeros que invierten su tiempo en organizar blogs, en salir a la calle a preguntar a la gente cuál es su Madrid ideal (como hizo Paisaje Transversal en la Noche en Blanco), en montar talleres de debate y, sobre todo, en abrirse a cualquier propuesta. Es fantástica la guerra de guerrillas cultural de Madrid. Mientras que en Barcelona la política y las iniciativas sociales operan más al unísono, en nuestra urbe existe una clara desconexión entre las inquietudes culturales de los ciudadanos y las propuestas institucionales. Estos colectivos que piensan en Madrid son el nexo ideal entre la calle y el despacho del político.

Las metrópolis holandesas son un gran modelo de sostenibilidad medioambiental y Berlín un ejemplo de espacios de calma urbana. Durante la encuesta realizada en la Noche en Blanco Barcelona fue citada como espejo. En Madrid hay mucho que mejorar. Pero lo emocionante es que de momento, en medio de esta lucha de barricadas, nadie se mueve de aquí.

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