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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Al cel' Divertido, a Dios gracias

¡Qué pereza adentrarse en la figura, por no hablar de la extensa obra, de mosén Cinto Verdaguer! Poeta de Cataluña, como le coronó su obispo en Ripoll, símbolo de la Reinaixença, de la patria catalana y de la caridad cristiana, Verdaguer (1845-1902) es recordado sobre todo, al menos en Barcelona, como una estación de metro que permite el transbordo. Narcís Comadira, autor de esta pieza con voluntad de oratorio, asegura que se trata de uno de los escritores más grandes y más incomprendidos de Cataluña. Puede ser. Josep Pla, como se dijo en el mismo Espai Lliure en El quadern gris de Ollé, tampoco le soportaba.

Protagonista del contenido aparte, aproximarse a Al cel es también, y afortunadamente, aproximarse a un nuevo montaje de Xavier Albertí, cuya eficacia a la hora de llevar a escena perfiles de personajes célebres (Pasolini, Tennessee Williams, Pitarra) ha quedado demostrada en diversos montajes que comparten, como pasa en éste, un trasfondo cabaretero de collage polifónico en el que nunca faltan deliciosas pinceladas de humor. Y así, el perfil de Verdaguer que aquí se nos ofrece recrea su biografía, su vocación religiosa, sus renuncias carnales, sus esfuerzos poéticos, su empeño en llegar a ser santo e, incluso, las intrigas en las que supuestamente se vio envuelto (con la marquesa de Comillas) desde sus últimos días y desde la cama en la que yació postrado. Y toca volver a Comadira porque su trabajo es una estupenda reconstrucción no exenta de licencias -gracias a Dios- que, en manos de Albertí, funciona como una partitura más sacrílega que sagrada -gracias a Dios, también- cuyos intérpretes defienden con la gracia y el descaro necesarios.

AL CEL (UN ORATORI PER A JACINT VERDAGUER)

De Narcís Comadira. Dirección e iluminación: Xavier Albertí. Intérpretes: Ruben Ametllé, Lurdes Barba, Jordi Figueras, Xavier Frau, Sílvia Ricart. Espai Lliure. Barcelona, hasta el 1 de noviembre.

Ruben Ametllé, un narrador tocado con una chistera que le da un simpático aire timburtiano, lleva la batuta de este texto que se reparten entre todos. Atendido por dos criadas (muy graciosas también Lurdes Barba y Sílvia Ricart), Verdaguer (un Jordi Figueras que se deja llevar muy bien por ese delirio o deseo sexual reprimido que, por lo que parece, dominó su vida y obra) recita fragmentos de sus poemas mientras el soldado que lo custodia (Xavier Frau) le acompaña a la guitarra o al acordeón. O se mete en la cama con él, o se despelota. Un oratorio poco ortodoxo, gracias a Dios.

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