Honesta cocina

Es de sobra conocido que a toda acción le sucede una reacción de la misma o mayor intensidad pero de signo contrario, y la cocina que ofrecen los restaurantes -puesto que de una actividad humana se trata- no escapa a esa ley de la física o de la filosofía, que en ambas disciplinas se produce.

Tras los innúmeros restaurantes de moda y diseño nacidos en los últimos años, tanto en lo decorativo como en lo sustancial de su actividad, parece que se impone la vuelta de la llamada cocina casera, lo cual no deja de ser más que la constatación de que la alta culinaria y los grandes y geniales chefs se encuentran en mínimas cantidades en el universo gastronómico de cualquier lugar, por lo que es preciso volver a la cruda realidad.

Al asumirla se abre un amplio abanico de posibilidades para aquellos que desean comer bajo las premisas de una honesta cocina, y encuentran en establecimientos como Casa Rabitas su ideal. Decoración rústica en un universo en el que conviven la barra del bar y las mesas del comedor, los jamones colgados de los techos y los aperitivos agazapados tras los cristales refrigerados.

Menús diarios a bajo coste que integran sopas o potajes para comenzar, ensaladas variadas y arroces y también guisos con los que concluir el menú en los que intervienen las carnes y pescados en la cantidad y con la calidad esperada.

Además de ello se adornan, fuera del menú, con una amplia carta en la que no faltan las imprescindibles entradas con algún punto de imaginación, los arroces en múltiples variaciones de tan habitual tema, los suquets de pescado y todas aquellas especialidades de eso tan ambiguo que llamamos la cocina de toda la vida.