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La mala sombra del 'caso Gürtel'

El escándalo relega al olvido el éxito del mitin del PP en Dos Hermanas

El dogma de la dirección del PP que predica que la trama Gurtel es un tumor aislado y sin riesgo de metástasis se ha revelado como una doctrina fútil. Este tipo de escándalo se asemeja más al efecto de una piedra arrojada a un estanque: del golpe brotan círculos concéntricos que se multiplican y estiran hasta remover toda el agua. Aunque en público no se admita, la onda expansiva de Gürtel ha tocado de lleno el estado de ánimo de los dirigentes andaluces del PP, que andaban por las nubes después del multitudinario mitin de Dos Hermanas (Sevilla) del 27 de septiembre. Allá donde van, el caso les persigue. No hay manera de colar un mensaje y la actitud es a la defensiva: espantar las moscas anunciado querellas en cascada.

Arenas ha dado orden de despejar las insinuaciones a golpe de querellas
"La gente está desconcertada", afirma un dirigente del PP andaluz

Se lamentan los populares -en voz baja, desde luego- de lo poco que ha durado el llamado espíritu de Dos Hermanas, expresión acuñada por el propio Javier Arenas para transmitir al siempre expectante elector del PP que ganar en Andalucía es posible, y que Antonio Sanz, secretario general, define en su blog con un lenguaje más grandilocuente, acorde al tamaño que se le ha conferido a la hazaña. "Es un paso decisivo hacia la victoria", glosa. Incluso ha sido creada una red social para mantener el vigor del espíritu, al que Gürtel ha practicado un certero exorcismo. "Después de un esfuerzo tan grande, se ha venido abajo", se queja un diputado, que el jueves estaba más atento a cómo blandía su guadaña Esperanza Aguirre (presidenta de Madrid) sobre la cabeza de los imputados que a lo que se cocía rutinariamente en el pleno.

La convicción de que el caso Gürtel no explotará en Andalucía como en la Comunidad valenciana porque apenas hay incidencia -sólo ramificaciones sueltas de las empresas investigadas en Alhaurín el Grande (Málaga), Jerez (Cádiz) o Granada- no es suficiente para disipar el trastorno de la militancia y de los cargos medios. "Cuanto más remota es la relación con la dirección nacional del partido, mayor es el desconcierto de la gente, se abre una oscuridad infinita", señala un dirigente, que explica la poca presencia en Andalucía de la red corrupta en que el PP no gobierna en la Junta. Otro cargo advierte de que aún están por conocer dos terceras partes del sumario y hay espacio para nuevos respingos.

Arenas ha pedido a los suyos que mantengan la calma (lo hizo el miércoles en una reunión con el grupo parlamentario), que estén preparados para las arremetidas del PSOE y no se ofusquen. Pero la desazón ante el espectáculo es inevitable. Al terminar la sesión matinal del pleno de esta semana, los diputados del PP se arremolinaron junto al salón de plenos y compusieron un círculo, tal vez inconscientemente, como el de las caravanas de vaqueros cuando atacaban los indios. El propio líder vivió en sus carnes el martes lo que supone que un asunto así se convierta en tu sombra. En un acto en la Universidad de Sevilla, y con los estudiantes completamente entregados, cuatro de las seis preguntas que hicieron los periodistas fueron sobre corrupción. Arenas no tuvo más remedio que proclamar: "No tengo nada que ver con el caso Gürtel", ante el gesto aturdido de los chavales. Lo mismo le ocurrió en días sucesivos, y ayer en Marbella, donde intentó combatir la sensación de acoso con diatribas hacia el PSOE. "Ni media lección de ética", aseveró.

Porque ya sea con sobrentendidos y trabalenguas -como propone (y practica) el presidente de la Junta, José Antonio Griñán-, o de forma estridentemente colorista, como hizo el secretario de Estado Gaspar Zarrías -"el próximo congreso lo harán en Alcalá-Meco", dijo-, los socialistas no van a dejar escapar la oportunidad de desgastar todo lo que puedan a Javier Arenas y devolverle la avalancha de acusaciones de corrupción que ha echado, y sigue echando, sobre su marca.

El primer flanco del dirigente popular por el que ha penetrado la artillería del PSOE es su etapa como secretario general del PP de 1999 a 2003. En esa época la red Gürtel ya había echado a andar y en las conversaciones de los acusados salen a relucir regalos y agasajos. Arenas, además, era amigo de pádel de Luis Bárcenas (ex tesorero) y Jesús Sepúlveda (antiguo alcalde del madrileño Pozuelo), ambos imputados, y hay un par de cartas entre los muñidores del caso que le mencionan. Tales hechos ni le involucran ni le ligan a nada, pero su mera alusión es una mina enterrada que espera a que alguien la pise.

La segunda línea que sigue el PSOE para resaltar el momento de embarazo que pasa Javier Arenas, también vicesecretario de Política Territorial del PP nacional, es su estrecha relación con uno de los protagonistas: Francisco Camps (presidente de la Generalitat valenciana). A través de él, el líder andaluz dirigió la estrategia de apoyo de los barones territoriales a Mariano Rajoy en el congreso de Valencia para frenar a las belicosas huestes de Esperanza Aguirre. Según decían sus allegados: "Camps es de Arenas y no al revés, le mira de abajo arriba". Ahora Camps, en palabras del círculo del andaluz, es un hombre de "quinta fila" y sin brillantez ninguna al que es "fácil embaucar" y convencer de que es un "verdadero monstruo". A fin de recobrar el equilibrio, Javier Arenas se ha acercado al presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, uno de los cargos regionales que más influyen en Mariano Rajoy.

Para el PP andaluz el mazazo del caso Gürtel se resume así: tras el verano había conseguido olvidar el mal sabor de boca que dejaron las elecciones europeas, en las que se vio con claridad que la victoria de Arenas estaba mucho más allá que a la vuelta de la esquina. El ensalzado espíritu de Dos Hermanas insufló a los militantes ánimo y confianza. Sin embargo, ha durado lo que la alegría en la casa del pobre: el huracán Gürtel se lo ha tragado

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