El cielo cautiva a Barcelona
La Festa al Cel recibe más de un millón de espectadores en dos días
"Empuja, empuja p'alante", le ordenaba Juana a su marido, ayer por la mañana, en la estación de metro de Urquinaona. Pese a ser un domingo, la línea 4 iba a rebosar, hasta los topes, desbordada como no lo está en hora punta de un día laborable: la Festa al Cel, que ayer ponía punto final a su decimoctava edición, tuvo la culpa. Con la jornada centrada en la final de la Red Bull Air Race, 800.000 personas pasaron durante el día por las playas de la Mar Bella, Nova Icària y el Bogatell, 1,4 millones de personas si se suman los asistentes del sábado, según la organización. Las competiciones de aviones tienen tirón en Barcelona: hace tres años reunieron a 1,2 millones, cifra superada este fin de semana.
El británico Paul Bonhomme se alzó con la victoria en la Red Bull Air Race
Tal aluvión provocó colapsos en el transporte público y privado: muchas personas tuvieron que dejar pasar convoyes -las que lo cogían sólo lo lograban tras mucho empujar- y las salidas 22 y 23 de la Ronda Litoral quedaron cortadas la mayor parte de la jornada. El gran despliegue de efectivos de Transportes Metropolitanos y la Guardia Urbana evitó que el problema fuera a mayores.
El ajetreo para llegar y salir de la playa no deslució la jornada. Las acrobacias y exhibiciones aéreas hicieron las delicias de los espectadores, que pasaron el día con el cuello alzado, gritando "¡oooooh!, ¡uaaau!", y algún "¡huuuy!" cuando los aviones realizaban las acrobacias más peligrosas, momentos especialmente esperados por la muchedumbre. "Me ha parecido genial, espectacular", aseguraba José, de Cornellà, con ganas de repetir otro año.
Todos gozaron con las exhibiciones, espectaculares desde tierra, aunque pocos se pondrían en la piel del piloto: "Me encanta ver el vuelo sin motor, pero nunca me subiría. ¡Qué miedo!", exclamaba Marc, de 11 años. Tras dos ejercicios conformándose con el subcampeonato, el británico Paul Bonhomme se alzó con la victoria en la Red Bull Air Race, que ayer concluyó su temporada.
Los barceloneses no perdieron detalle de su ejercicio, aunque la clasificación les importaba un ardite. Mientras el piloto recogía el premio y escuchaba solemne el himno Rules Britania, centenares de miles de personas trataban de enfilar hacia sus casas, paradas en sus coches o en el metro, empujando otra vez para hacerse sitio.
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