GPPS
En las cumbres del poder ya sabemos que falta oxígeno. En las bajuras de la oposición debería respirarse el suficiente aire del mundo real como para evitar las alienaciones perniciosas. No ocurre así con el querido Partido Popular en su particular excursión a los infiernos. Será por fijarse demasiado en el Tontón.
Una vez tomé un taxi conducido por una contundente mujer china -por entonces, creo que la única de su nacionalidad que trabajaba en Barcelona: hasta sus curtidos compañeros la temían, como averigüé luego-, que se reveló una fanática de las tecnologías. Le di la dirección, le dije cómo ir. "Tontón sabe", replicó, lacónica. "¿Está segura?". Enfiló Balmes abajo y, cuando llegamos a Pelai, se encontró con una fachada enfrente. "¿Y ahora qué?", me miró como si me culpabilizara del desajuste, por haber dudado del susodicho ingenio. "Tontón sabe", respondí, suicida pero refinadamente.
Poco después nos empotramos en una acera de la Ronda de Sant Antoni, a la que fuimos a parar tras circular en dirección contraria entre los alaridos y recuerdos a nuestras madres del resto de la concurrencia. "Todo el mundo se mete con china", exclamó, a modo de disculpa.
Cuento esta historia porque me parece que al Partido Popular le ocurre lo que a esos conductores que sólo creen en los mapas y los trayectos que les muestra el GPS, y de los que es buena exponente mi entrañable oriental extrema. Gürtel y lo que cuelga es un obstáculo de campeonato, pero ellos hacen como Berlusconi: yo no he sido, me tienen manía. Con una salvedad: Berlusconi está en el poder.
Puede que los tontones o los aprovechados tomen ese taxi en elecciones. Los españoles necesitamos otra oposición. A ver si Merkel se viene a Mallorca, se nacionaliza española, se hace del PP y se pone al volante.
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