Carlos Fabra, ¿un ejemplo?
Mariano Rajoy, que tantas veces ha puesto la mano en el fuego por miembros de su partido imputados en casos de corrupción, debe poseer superpoderes que otorgan a sus miembros la cualidad de ser ignífugos y a su lengua el don de la tergiversación de la palabra y la realidad.
En más de una ocasión, el líder del Partido Popular ha definido al presidente de Castellón, Carlos Fabra, como un ejemplo ciudadano y político. Y hete aquí que de alguna torticera forma ha dado en el clavo. La última del susodicho Fabra, ese "ejemplar" hombre imputado en más de 10 delitos contra la Administración y la Hacienda que consigue por arte de birlibirloque no ser nunca juzgado, que amordaza a la oposición para eludir las preguntas inconvenientes y a cuyo líder califica como "hijo de puta" sin que se le altere el ademán, ha soltado otra perla digna de no pasar al olvido de los anales de la historia: que estos del PSOE hablen de corrupción es para que se te caigan los huevos del sitio. Y se ha quedado tan ancho.
Pero lo peor no es que este residuo del franquismo vomite su veneno a diestro y siniestro, posibilidad que le da la democracia que tanto denosta. Lo más grave a mi entender es que Rajoy tiene razón cuando lo califica de "ejemplar". Porque el modelo levantino de Camps, Costa o el mismo Fabra no sería posible si la ciudadanía no se viera reflejada en su peculiar gestión y, a través del voto, siguiera ratificándoles en sus cargos.
A don Carlos puede que se le caigan los testículos, pero a sus votantes lo que se les debería caer es la cara de vergüenza por seguir apoyando a un personaje que envilece los principios de un estado democrático.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.