Espías y patriotas en el Barça
La guerra de Sucesión de 1714 es un referente para el mundo nacionalista catalán. Joan Laporta, presidente del Barcelona, marchó la pasada Diada -que conmemora la derrota en esa guerra- del brazo de los más conspicuos independentistas, los pata negra, más allá de la tripartita Esquerra Republicana.
Las sucesiones, cuando no hay candidato claro, acostumbran a terminar condenadamente mal. Y quizás ha sido esa voluntad de buscar un final feliz la que llevó al director general del club, Joan Oliver, a ordenar espiar a cuatro vicepresidentes de la entidad, virtuales delfines de Laporta. En la nómina no figuraba el preferido del presidente, el vocal Xavier Sala i Martín. De esa "auditoría de seguridad" -término que hará fortuna en los anales de los servicios de espionaje- asumió toda la responsabilidad el propio Oliver en una rueda de prensa que sembró más inquietud que claridad. Oliver ocupó en los últimos años del pujolismo la dirección de TV-3. Era un hombre de confianza del mundo convergente, donde sigue velando armas.
Su nombramiento fue tan polémico que los redactores de la cadena quisieron organizar una consulta -ésas tan gratas ahora al nacionalismo- que fue disuelta de inmediato por la autoridad.
Oliver ha cambiado de tercio pero sigue las inclinaciones del corazón. Es miembro de la Fundación Catalunya Oberta. Allí comparte mesa con representantes del que durante años se llamó sector negocios de CDC, como Lluís Prenafeta, sempiterno secretario de Presidencia de los Gobiernos de Pujol. Sus denominadores comunes son el nacionalismo y el liberalismo. Y ciertamente el patriotismo, como el valor militar, se les supone a los patronos. Pero el liberalismo renquea de forma lamentable.
Ahora que abunda tanto apóstol de la flexibilización del mercado, Oliver consiguió sumar 10 años de contrato mercantil en TV-3 con dos de contrato laboral en la cadena autonómica. Y así cobró 45 días por año trabajado de las arcas públicas. Resultado: logró una indemnización de 262.000 euros. Ahora el expediente está en manos de la lamentable burocracia del Tribunal de Cuentas.
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