Melancolía poshumana
La melancolía era para Aristóteles la enfermedad del genio, un limes ambiguo que le separaba aún de la locura, y, excepto para la Edad Media, en que se consideraba laxitud de corazón o taedium vitae morboso, o para la Inquisición, que la creía pacto con el demonio, así siguió siendo en el Renacimiento y en el Romanticismo. Y la Posmodernidad, según Bartra, es el tercer renacimiento suyo. Poco tiene que ver con depresión y angustia: es conciencia clara e irónica de los límites humanos, su manifestación prototípica es la obra genial, extraordinaria, excepcional, en el campo de la creación que sea: filosofía, política, literatura y artes, enumera Aristóteles; hoy había, quizá, que sacar de esa lista la política, y añadir la ciencia. La ciencia... y la tecnología.
La melancolía del ciborg
La melancolía del ciborg
Fernando Broncano
Herder. Barcelona, 2009
286 páginas. 18,80 euros
Efectivamente, el gran interés de este libro, muy sugerente, ágil, con miles de guiños a la actualidad, es que replantea las viejas cuestiones de este motor de la gran cultura occidental, la melancolía, en el mundo poshumano del ciborg tecnológico. El ciborg es un ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos, dice con cierta gracia el DRAE. Casi somos ya algo así, sólo nos falta integrar estos "dispositivos" (prótesis técnicas), por ahora casi todos externos, en el interior de la "materia viva", como su software, dijéramos. No conformamos todavía "un ser", pero sí al menos un modo de ser, o una forma de vida. La que llamamos poshumana (si "humano" era lo de antes, lo de hoy no puede llamarse exactamente así, hay otras condiciones de humanidad). La técnica y la imaginación, ampliada por la técnica, son hoy las dimensiones esenciales del ser humano, dice bien el Prof. Broncano, y las bases sobre las que pueden mantener algún sentido todavía otras capacidades o "facultades humanas" que han recibido tradicionalmente más atención en la cultura de las luces... Y las raíces de la melancolía.
Defiende este libro que nuestra naturaleza es híbrida (ciborg), que los humanos se han subido a las escaleras que ellos mismos han construido: "Como si nos hubiéramos levantado por los pelos". Que todo lo que llamamos cultura tiene un origen artefactual, técnico: algo que hemos olvidado en una tradición intelectual-cultura-lista. Este libro es un manifiesto contra la vieja dicotomía moderna entre las dos culturas, bajo la cual pervive una metafísica pusilánime, atrincherada en la crasa distinción entre lo natural y lo artificial (recordemos no hace mucho la polémica Habermas/Sloterdijk).
Y por lo que respecta a lo esencial de la melancolía, el profesor Broncano plantea las cosas como se debe, en el limes de que hablábamos, donde obliga a vivir al consciente su condición híbrida: "En un estrato que no es ni el real ni el imaginario, sino algo que está en medio, y de ahí nuestra melancolía. El ciborg está en la frontera, un lugar de mezcla, de hibridación, de pioneros, en el que sólo existe la posibilidad de ir hacia el futuro imaginándolo y haciendo que se acople a esa imaginación". Éticamente, en cuanto a las costumbres y reglas de un nuevo modo de vida futuro, ésa es, en efecto, la labor necesaria y posible de creación de sentido para andar por casa. Pero en cuanto a la imagen del mundo-universo, hoy científica sobre todo, cuando hablamos de prótesis como el Hubble o los grandes aceleradores de partículas, por ejemplo, nuestra imaginación se disloca aún. Cuatro millones de pupilas humanas habría que juntar para disponer de la misma capacidad "perceptiva" que el GTC del Roque de los Muchachos. Pero no se pueden juntar en una. En esa pupila imposible habita la mirada melancólica: la consciencia lógica de límite del ser "humano", de su percepción y comprensión de lo real, más que la melancolía de un ser híbrido, que añora, casi platónico-freudianamente, el objeto perdido: lo natural, en este caso.
¿La melancolía de los ciborgs es de verdad fruto de su desarraigo de la condición natural y humana de antaño, de su "identidad original"? Más bien es consciencia de que hay nuevos límites ampliados por las prótesis en las máximas y mínimas distancias, límites donde ni siquiera llegamos, que sólo alcanzan ellas por nosotros, un mundo ya irreal o hiper-real para la sola cabeza y la sola imaginación humanas, donde "lo humano" es justamente lo excluido, porque por ahora no podemos asimilar, sintetizar y superar esas cosas. Aún no somos ciborgs asentados. La información todavía no es conocimiento. Pero el exilio o desarraigo permanente en que vive el cuasiciborg melancólico es ya definitivo. Por lo tanto, tampoco se puede ya calificar de tal. Los paraísos no se han perdido, más bien nunca existieron. La melancolía que puede nacer de ello no es, efectivamente, un estado de desencanto, sino, como dice Broncano y como ha sido siempre, de sabiduría: un estado de hiperconsciencia.
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