Motín de los taxistas de Barajas contra los conductores 'piratas'
15 chóferes cercaron a los intrusos, que fueron multados con 4.000 euros
Los ánimos estaban ya caldeados. Dos días después de que el conductor de una furgoneta pirata rompiese la nariz a un taxista que le pidió la documentación en la puerta de un hotel, el sector, con más de 20.000 conductores, ha dicho basta. La terminal 2 del aeropuerto de Barajas fue en la madrugada de ayer el escenario de un motín de los taxistas contra su más directa competencia (desleal): los llamados tironeros, conductores que deambulan por los vestíbulos a la caza de turistas despistados. Un viaje al centro con ellos puede salir como mínimo por 90 euros, más suplemento, según los taxistas.
Son las 11 de la noche del miércoles, aterrizan los últimos vuelos internacionales y más de 50 luces verdes aguardan el goteo de viajeros. Los taxistas, hartos de ver menguar su negocio, están en guardia. Todos saben quiénes son los piratas, conocen su modus operandi y los vehículos que utilizan. En un instante montan un dispositivo para avisarse de la presencia de los ilegales.
Los ilegales no pagan las multas: "Recurro y no llegan a hacerse firmes", dice uno
El primero no tarda en aparcar su Volkswagen Jetta negro en la planta superior de la terminal, enfrente del espacio reservado para los vehículos con el distintivo de servicio público (SP). Del coche se baja un hombre de pelo canoso, traje oscuro y barba cuidada que se adentra en la sala 2 y se clava al pie de la cinta mecánica que lleva a la planta baja, la de llegadas. El hombre no pierde de vista la calle, no suelta su móvil y baja y sube varias veces en busca de una presa. "Desde aquí controlan tanto a los pasajeros como sus coches, para que no se los destrocemos", dice un taxista, que reconoce que alguna vez les han pinchado las ruedas y les han rayado la carrocería.
El hombre sube y baja sin perder de vista la puerta de llegadas, prueba varias veces hasta que pesca a cuatro indios que no hablan ni una palabra de español. El conductor pirata conduce a los viajeros desde una distancia prudente, como si no fuesen con él, hasta su coche. Se dispone a ayudarles con las maletas, pero cuando ve la cámara de la periodista se lanza al interior del vehículo y sin encender las luces huye. Los indios, plantados con el equipaje, se quedan pasmados. No llegaron a acordar precio por la carrera.
Cinco minutos después saltan a escena dos viejos conocidos del gremio. Son El Joselito y El Biempeinao (también llamado Luckylú o Maradona), que aguardan escondidos tras las columnas de la sala 2. Repiten la misma técnica que su colega, pero demasiadas subidas por la cinta mecánica para comprobar el estado de sus coches desvelan que están con la mosca detrás de la oreja. Mientras El Biempeinaó insiste a los pasajeros, El Joselito cruza la sala disparado: acaba de ver un escuadrón de taxistas que se dirige hacia él. Coge el teléfono, avisa al compinche y ambos, visiblemente nerviosos, recorren el vestíbulo intentando despistarles y salen. Ya es tarde, cuatro taxistas se han clavado frente a sus coches. Enrique, de gran envergadura, bloquea la puerta del conductor; otro ha cruzado su taxi en la carretera para impedirles la huida y los demás hacen bulto mientras les amenazan: "¡No os vais a mover de aquí hasta que venga la policía!".
La sonora bronca que organizan mientras vienen los agentes sugiere que pueden llegar a las manos, pero El Joselito, con más de 16 años al volante de taxis pirata, ha tenido ya muchos altercados, sabe defenderse sin perder la calma. Mientras, El Biempeinaó, "con otro carácter", según su compañero, se encara con Enrique: "¡Que me dejes entrar en mi coche, joder!". Enrique no mueve un dedo.
Una pareja del Cuerpo Nacional de Policía y cuatro municipales llegan poco después. Los taxistas, que ya suman 15, atosigan a los agentes. "¡Son los de siempre!", "pedidles las licencias, ya veréis como no tienen nada", "son unos chorizos". El Joselito también es un viejo conocido de la policía. "A éste ya le he inmovilizado el vehículo una vez", dice un agente. La noche no les va a salir rentable. Vuelven a casa con una multa de 4.000 euros cada uno, por "realizar el trabajo de taxista sin autorización y en vehículo privado", explica uno de los municipales.
La inspección de Transporte, dependiente de la Comunidad de Madrid, ha realizado desde que comenzó el año 18 controles en Barajas. De los 184 vehículos inspeccionados, 85 se fueron con denuncia. La pega es que, como toda sanción, es recurrible y personajes como El Joselito nunca llegan a pagar. "A mí me llega la carta a casa, recurro y nunca llegan a hacerse firmes", explica El Joselito, mientras la policía le multa.
La bronca de ayer llega en un momento de máxima tensión en el que los taxistas, entre la crisis y el intrusismo, han visto reducido el volumen de trabajo un 40%, según los sindicatos. Aunque los taxis ilegales, que según las mismas fuentes son más de 3.000, están desde hace mucho tiempo. "La situación ya es insostenible. Nos están robando en las narices", dice Álvaro, un conductor a la puerta del hotel Ritz. Ayer, los taxistas se reunieron con el subdelegado del Gobierno. Acordaron abrir una mesa de trabajo en la que participarán las cuatro asociaciones de taxistas, la Consejería de Transportes, las agencias de viajes y los hosteleros, según fuentes sindicales. Los taxistas mantienen la manifestación que dejará durante dos horas sin taxis la T-4 de Barajas, prevista para el miércoles. Después, si no se toman medidas, amenazan con paros de 12 horas y concentraciones en Cibeles.
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