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Columna
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La hora de Valderas

A Diego Valderas le ha llegado la hora de la verdad.

Para el líder de un grupo marxista, la penosa situación en la que viven cientos de miles de trabajadores andaluces golpeados por la crisis es, desgraciadamente, una oportunidad de oro. Es el tiempo de demostrar que su formación, Izquierda Unida (IU), tiene algo más que discursos utópicos en la cartera.

El problema está en saber si Valderas, y la coalición de la que es coordinador regional, seguirán dando espantadas o afrontarán con realismo la crisis. Valderas se juega su futuro y también muy posiblemente el de su formación en los próximos meses.

Una coalición de partidos de izquierda que alcanzó su máximo esplendor en las elecciones autonómicas de 1994 (690.000 votos, 19% del censo y 20 diputados) y que desde entonces no ha hecho más que caer en picado, hasta quedarse en las elecciones autonómicas del pasado año con 6 diputados y la mitad de votos: 315.000 (7%).

El propio Valderas sufrió ocho años (2000-2008) de exilio parlamentario al no lograr el escaño por su provincia natal, Huelva. Y el año pasado lo conquistó por los pelos.

En estos últimos tiempos, Valderas ha tenido aciertos indudables. El principal, el apoyo decidido a la reforma del Estatuto de Andalucía, que protagonizó Concha Caballero, entonces portavoz de IU en el Parlamento por la forzosa ausencia de Valderas.

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Más recientemente, Valderas se ha mostrado receptivo a pactar con el PSOE algunas de las grandes leyes pendientes, entre ellas las que afectan a los municipios y su financiación.

Pero también ha cometido errores y no es menor la imagen que transmite su grupo parlamentario: seis escaños, seis hombres. Ni una mujer. Lo contrario de lo que debería hacer una formación de izquierda. No se entiende que mujeres de la valía política de Rosa Aguilar o Concha Caballero hayan abandonado o estén marginadas en IU.

Lo peor, con todo, no es eso. Lo peor es que se mantienen en ese reducido grupo personajes trasnochados que creen que la oposición parlamentaria consiste en pasearse por el hemiciclo envueltos en una pancarta.

La izquierda es revolucionaria precisamente porque cambia y se adecua a los nuevos desafíos de la sociedad. Una oposición de izquierda solvente no es un grupo de airados jornaleros que asaltan la redacción de la televisión pública. Cuando se tiene voz en las instituciones, es ahí donde se debe plantear la batalla.

Por ello, habrá que seguir con atención el llamamiento a la movilización general hecha por los líderes de IU hace unos días en Córdoba. "No es tiempo de elecciones; es tiempo de movilizaciones", clamó el coordinador general de IU Cayo Lara.

En efecto. Las elecciones anticipadas sólo las pide la derecha porque piensa que las ganará aupada en la ola del paro. Una derecha que, de ganar, aplicará las mismas recetas que provocaron la crisis.

Por ello, es interesante la reunión el próximo sábado en Sevilla del consejo federal de IU para elaborar, en palabras de Valderas, soluciones a la crisis "desde la izquierda, frente a la política del PP, con una visión y discurso de Estado". El líder andaluz ha propuesto también regular los salarios de los altos cargos de la Administración y empresas públicas (el más elevado, no más de 12 veces el salario mínimo) e incluso el de los altos ejecutivos de las compañías privadas, pretensión ésta más difícil de concretar.

Valderas está ante la encrucijada política de su vida: puede optar por una línea atrabiliaria o por una izquierda moderna y realista.

Todo es posible en el medio plazo. Ante un eventual ascenso del PP (aunque es casi imposible que logre mayoría absoluta), los socialistas podrían verse obligados a formar un gobierno de coalición. Desaparecido el PA, la pregunta es si Valderas sería un socio preparado y fiable.

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