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¿Chorizos? Sí, pero de los nuestros

La mejor noticia de un verano pródigo en desastres, guerras y atentados ha sido para mí la exculpación, confiemos que definitiva, de nuestro santo Job valenciano. Tras sufrir la ordalía del terror sectario, el acoso cruel de una Inquisición y la hipermediatización hostil del caso con la sonrisa crispada del justo cuyos trajes de corte impecable pagó religiosamente al contado en Forever Young y Milano, su sobreseimiento por un juez fuera de toda sombra de amiguismo, me llenó de alivio.

Era hermoso verle en la plaza de toros de su ciudad aclamado por centenares de asistentes al acto de desagravio, arropado por un grupo selecto de compañeros de partido: la sabia y refinada Rita Barberá, por una vez sin sus bolsos de marca Gürtel, el sencillo y honesto presidente de la Diputación de Castellón, cuya innata timidez de buen chico oculta siempre con unas sobrias gafas ahumadas; en fin, por todo el elenco escogido a dedo por un jefe exultante y en olor de multitudes. ¡El triunfo de la verdad y la justicia frente a la calumnia y la imputación falsa levantan el ánimo alicaído de la gente honrada en estos tiempos de relativismo moral y dictadura laica!

Tras sufrir la ordalía del terror sectario, el santo Job valenciano ha sido exculpado por un juez ajeno al amiguismo
Reducir el gasto es tan relevante como el incremento de ingresos fiscales

El proceso de corte estaliniano montado contra el nuevo Job bíblico, se basaba, como sospechábamos, en un cúmulo de alegaciones carentes de todo fundamento, de pruebas groseramente manipuladas por gente sin escrúpulos. Sin ir más lejos, puedo testimoniar que la supuesta conversación de Job con Álvaro Pérez, El Bigotes, reproduce palabra por palabra la que grabó y me envió meses antes un matrimonio gay amigo para mostrarme que la separación física de la pareja -uno de los cónyuges había viajado a Estados Unidos para preparar su doctorado en Ciencias- no había hecho mella en sus sentimientos de amor recíproco. ¡Agárrese a su silla, atento lector, y lea su transcripción!

El marido: amiguito del alma.

Su esposo: oye, que te sigo queriendo mucho.

El marido: y yo también.

Su esposo: te quiero como un huevo.

El marido: contarás durante muchos años con mi lealtad, ¿vale?

Su esposo: ¿durante muchos años? No, hijo de puta, durante toda tu vida.

El marido: bueno, yo quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro... que es muy bonito.

Su esposo: cuanto tú quieras y te dejen y puedas.

Quien conozca el diálogo con El Bigotes difundido por la prensa comprenderá el grado de mi sorpresa al descubrir que la conversación del matrimonio amigo, con añadidos y extrapolaciones destinados a apuntalar la tesis de los vínculos existentes entre el paciente Job y la trama corrupta, era la comidilla de los cínicos y desaprensivos que medran en aguas turbias. El hecho no ofrece dudas: ¡algún sembrador de bazofia había manipulado dos grabaciones distintas como arma arrojadiza contra nuestro espejo de demócratas!

Por dicha razón, el homenaje de desagravio a Job en el coso valenciano me reconfortó. Aparcada la acusación de su soborno por Orange Market o alguna otra empresa de Francisco Correa, el entusiasmo del público llegaba al alma. El justo de mandíbulas contraídas y sonrisa sobrepuesta parecía al borde de las lágrimas. Su exultación iluminaba también el semblante del Jefe, de la alcaldesa, de Carlos Fabra: era la del diestro que, tras una faena inolvidable, da vueltas y más vueltas al ruedo al frente de su cuadrilla. ¡Venceremos, sí, venceremos, porque somos los mejores y conectamos con las preocupaciones cotidianas del pueblo!

De ese pueblo que harto del debate de ideas y exposición de programas contrapuestos, se aferra al viejo espíritu del clan y asume con naturalidad lo de "poco importa que sean chorizos, si son de los nuestros".

Juan Goytisolo es escritor.

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