"Sushi" para lolitas góticas
Para escribir Tokio en japonés sólo hace falta saber dibujar dos kanjis. En cambio, destripar esta enorme ciudad de ciudades fácilmente podría llevar dos vidas. Su término municipal, con unos ocho millones de habitantes (el gran Tokio llega a más de 30 millones), consta de 23 distritos, cada uno con su ayuntamiento, y un plano urbanístico donde casi todas las calles carecen de nombre. En el último siglo y medio, el desarrollo económico acelerado y desastres como el terremoto de 1923 o los bombardeos de la II Guerra Mundial (destrozaron media ciudad, dejando más víctimas que las dos bombas atómicas juntas) han cincelado a partes iguales esta gigantesca urbe que vive en perpetua transformación. La energía de este laberinto de gigantes de acero, templos o casitas de dos pisos cautiva cada día a más viajeros y artistas; entre los últimos figura la directora española Isabel Coixet, con su filme Mapa de los sonidos de Tokio. Lo que sigue es una hoja de ruta para adentrarse en este cóctel de ultramodernidad, tradición y extravagancia y marcar con una X algunas de sus sorpresas ocultas.
01 El ritmo: J-pop
Primero, un paseo por el hermoso santuario Meiji y el colindante parque de Yoyogi, animado los domingos por los histriónicos bailes de las hermandades rockabillies y por grupos callejeros que tocan desde punk hasta J-pop. Segundo, un vistazo al imponente Gimnasio Nacional, proyectado por Kenzo Tange, un pabellón japonés reinterpretado a base de hormigón y una cubierta flotante retorcida en espiral. Y tercero, adentrarse de pleno en Harajuku, el vecindario tokiota más ocioso y estimulante para el paseo y las compras. Su mezcla de elegancia, modernidad y desenfado es el contrapunto al ambiente más estirado de Ginza. La calle Takeshita, que depara lo último en zapatillas o atuendos de gothic lolita; la galería alternativa Design Festa (www.designfesta.com) o tiendas como 3rdware (www.3rdware.net), con ropa interior de diseño, aportan la frescura y el descaro. El cercano edificio de Laforet (www.laforet.ne.jp) es una de las mecas de la moda juvenil nipona, y a ella se suma ahora el recién estrenado Forever 21 (www.forever21.co.jp). Al tomar la calle Omotesando salen al paso las apabullantes boutiques firmadas por arquitectos y arquitectas de renombre como Kazuyo Sejima (Dior), Toyo Ito (Tod's) o Tadao Ando (el centro comercial Omotesando Hills). El lazo de cristal azulado que el estudio británico Future Systems concibió para Comme des Garçons y el poliedro galáctico de Prada, obra de los suizos Herzog & De Meuron, ponen la guinda y nos depositan en Aoyama, zona con una sofisticada vida nocturna. Así lo demuestran locales como Laputa (www.aoyama-laputa.jp), cuyo jardín se inspira libremente en la película Castillo en el cielo, de Hayao Miyazaki, o Two Rooms (www.tworooms.jp), el nuevo bar de moda.
02 'Mangakas' y quimonos
El barrio de Ueno es el corazón de Shitamachi (la ciudad vieja) y conserva parte de la estética previa al boom urbanístico que comenzó a tapiar el cielo de Tokio en los setenta. En sus zonas residenciales o en las populosas calles del mercado de Ameya Yokocho aún se respira el Ueno que aparece profusamente en Tokio blues, de Haruki Murakami, y que recuerda a las estampas de Vivir, de Akira Kurosawa, o del nostálgico manga 20th century boys, de Naoki Urasawa. El parque homónimo es el pulmón de la zona y, además del hermoso Benten do, un templo en medio de un enorme estanque de lotos, acoge varios museos. La maravillosa colección del edificio Honkan del Museo Nacional es cita obligada; esculturas, grabados, quimonos o armaduras fechados entre el siglo 10.000 antes de Cristo y el siglo XIX. El vecindario también cuenta con otras muestras pequeñas y recomendables, como la del entrañable Museo de Shitamachi (www.tokyo-cci.or.jp) o la del Museo Takehisa Yumeji (www.yayoi-yumeji-museum.jp), que exhibe trabajos de este aclamado poeta, pintor e ilustrador de principios del siglo XX, así como de dibujantes y mangakas (autores de cómic) de diversas épocas.
03 Mujeres 'chef'
Tokio es el lugar del planeta que más estrellas Michelin concentra. Dan fe de ello desde el prodigioso arte de Seiji Miyamoto en Nihonryori Ryugin (www.nihonryori-ryugin.com) hasta los menús diarios de Hideki Ishikawa en su local homónimo de Kagurazaka. Kamiya (www.nishiazabu-kamiya.com) no atesora ninguna, pero la delicada mano de sus chefs (las tres, mujeres) es algo único. Tokio también sirve para descubrir que el sushi no es el pan de cada día y que se puede comer bien y barato en cualquiera de los ubicuos restaurantes de fideos (ramen, soba, udon, somen), donburi (cuencos con base de arroz y diversos ingredientes), curry (la versión japonesa se acompaña de arroz y se come con cuchara) o yoshosku (carnes, pescados o verduras generosamente empanados). Por su parte, los izakaya (tabernas) tienen cartas variadas en las que no faltan los kushi (pinchos a la brasa, como el yakitori). Aquí los estresados oficinistas ahogan sus penas tras la jornada laboral a base de tabehodai o nomihodai (coma y beba, respectivamente, cuanto pueda), que muchas veces sale a cuenta. Si se opta por esta opción, es bueno saber que sake significa alcohol y que la popular bebida de arroz se llama en realidad nihonshu (literalmente, alcohol japonés).
04 'Mi vecino Totoro'
Cada vez son más los que se acercan al Museo Ghibli, santuario de la productora de animación del gran Hayao Miyazaki. En él se presentan dioramas y zootropos tallados por su hijo Keisuke, material de trabajo original, cortos exclusivos o un gran gatobús de peluche como el del filme Mi vecino Totoro. Es recomendable comprar las entradas por adelantado (www.ghibli-museum.jp/en), ya que el número es limitado para cada día. El museo se enclava en el parque de Inokashira, uno de los más bellos de Tokio y orgullo de Kichijoji, el barrio más agraciado de Mushashino, ciudad dormitorio donde transcurren la novela Out, de Natsuo Kirino, o Paranoia agent, serie de animación de Satoshi Kon. La agradable mezcla de tranquilidad y bullicio de Kichijoji, con varios locales de música en directo, hacen que sea uno de los barrios más cotizados entre los treintañeros.
05 Compras alocadas
Japoneses y extranjeros llenan los bares, clubes y restaurantes del barrio de Roppongi. Muchos hacen mella en el bolsillo, por eso el izakaya Macchan es uno de sus secretos mejor guardados. De día hay que asomarse a las estimulantes exposiciones del 21_21 Design Sight (www.2121designsight.jp) y disfrutar del recinto proyectado por Tadao Ando y del jardín diseñado por Issey Miyake. En cambio, Roppongi Hills (www.roppongihills.com) nunca duerme. Este enorme complejo que recuerda a la ciudad de La fuga de Logan es el sueño colosalista del magnate de la construcción Minoru Mori. Amalgama de tiendas, restaurantes, parques o los que se dice son los apartamentos más caros de Tokio. La Torre Mori, el rascacielos que lo vertebra, acoge en la última planta un museo (www.mori.art.museum) que expone a renombrados artistas de vanguardia. Por último, asomarse al establecimiento que la cadena de tiendas de descuento Don Quijote (www.donki.com) tiene en Roppongi sirve para entender el Japón low cost surgido tras la burbuja económica. Un hiper del exceso.
06 Comer en Alcatraz
Los japoneses sienten predilección por los locales temáticos, y eso hace que en Tokio se encuentren restaurantes con cualquier leitmotiv imaginable, desde los ninja (www.ninjaakasaka.com) hasta Alicia en el país de las maravillas o los vampiros (ambos de la misma cadena: www.diamond-dining.com). En Dogenzaka está Alcatraz E. R. (http://alcatraz.hy-system.com), que imita al famoso penal. Esta zona del barrio de Shibuya, en la que el novelista Ray Loriga ambienta parte de su Tokio ya no nos quiere, concentra, además, muchos love hotels (establecimientos que hospedan a parejas por horas), con alojamientos inspirados en palacetes franceses o en resorts de la Polinesia. Por su parte, Kabukicho (barrio de Shinjuku) cuenta con el Hotel Malta, que encandiló por su ambiente de película de terror a Isabel Coixet mientras buscaba rincones para ambientar su filme. Estas calles también son famosas por sus hostess y host bars, clubes en los que chicas y chicos atienden y conversan con los clientes en lo que viene a ser una versión moderna y vulgarizada de las geishas. Cerca de aquí, en Shin Okubo, se encuentra uno de los últimos restaurantes temáticos en abrir. Se llama DMZ y redibuja con humor algo tan poco lúdico como la zona desmilitarizada entre las dos Coreas. El sitio está en Shin Okubo, la barriada coreana en la que seducen el kim chi (plato nacional del país vecino) y las carnes a la barbacoa de sus restaurantes.
07 Gundam arrasa
Después del barrio de Akihabara, la isla artificial de Odaiba es el mayor reclamo para fans de la animación japonesa o los videojuegos. A sus modernas salas recreativas o la sede de Fuji TV, cadena que ha emitido series como Bola de dragón o One piece, se ha sumado este verano un nuevo inquilino. Se trata de una armadura robótica de 18 metros de altura de la famosa franquicia de animación Gundam. El furor suscitado es tal que un hombre ha pagado 20.000 euros en una subasta para fotografiarse sentado encima. Odaiba también depara curiosos rincones como el Oedo Onsen Monogatari, un complejo de baños japoneses al estilo de Edo (Tokio en la época feudal), o el Partire Tokyo Bay Wedding Village (tokyobay.weddingvillage.jp), un pueblo afrancesado en miniatura con boutiques y una iglesia, pensado para celebrar las bodas de estilo occidental que enloquecen a muchos japoneses. Todo es de cartón piedra; los enlaces no tienen carácter oficial y los reverendos no son más que actores extranjeros.
Ayuda a otros lectores con tus recomendaciones a planificar su viaje
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.