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Reportaje:

Niemeyer, poeta del hormigón armado

La Fundación Telefónica recorre la obra del arquitecto brasileño

Las formas de la mujer, la ciudad de Río y los vaivenes de la política son las curvas que han inspirado la monumental obra, en generosidad y en tiempo, de Oscar Niemeyer (Río de Janeiro, 1907). Una obra en la que, así lo decidió el artista un buen día, la vida manda sobre la arquitectura. Y esa premisa inspira sus 457 construcciones dispersas por todo el mundo. Entre otros, el primer edificio del artista en España, el Centro Cultural Internacional de Avilés (Asturias), hoy en construcción.

Su fenomenal peripecia vital y ese rotundo compromiso con las curvas centran la exposición que le dedica hasta el 22 de noviembre la Fundación Telefónica de Madrid. En ella, dibujos, croquis, textos y fotografías cuentan una vida que ya surca rumbo a los 102 años.

Con casi 102 años, el artista "aún trabaja cada día", dice el comisario

Lauro Cavalcanti, arquitecto y amigo de Niemeyer desde hace más treinta, ha sido el encargado de comisariar la exposición. Está convencido de que su trabajo es un calco de lo que hubiera querido contar Niemeyer. Cuenta que el artista se recupera de la rotura de una vértebra, pero que ni eso le impide seguir trabajando a diario en su estudio de Río de Janeiro.

La exposición está montada para en el gran público, no para los técnicos. Se muestra la obra en orden cronológico, junto a paneles explicativos que dan cuenta de las circunstancias en las que se ejecutó la construcción. En el arranque del recorrido, un manifiesto enviado desde Río por Niemeyer, da cuenta de su pensamiento. De entrada, advierte que no cree en una arquitectura ideal porque sería la repetición, la monotonía. "Cada arquitecto", dice, "debería tener su propia arquitectura. Aprecio las cosas diferentes". En este punto, el comisario explica que cuando el alemán Walter Gropius visitó la casa de las Canoas, hoy sede de la Fundación Niemeyer y entonces vivienda familiar, objetó que sería muy difícil hacer otra casa similar. "Yo soy único", respondió Niemeyer "y mi casa tiene que ser única".

La revolución de las formas instigada por Niemeyer está ligada a su descubrimiento de la capacidad moldeable del hormigón armado. Así se puede ver desde sus primeros trabajos fechados en 1936, como la sede del Ministerio de Educación en Río. Aunque es con el proyecto de la sede de la ONU, en 1940, cuando ensaya a fondo con las posibilidades del hormigón.

El modernismo de Niemeyer está caracterizado por su famoso culto a la curva, pero también, precisa el comisario, por su afán de integrar sus construcciones con el entorno. La vegetación está siempre integrada y es cómplice de los edificios y del uso que se les va a dar. Las grutas naturales, por ejemplo, forman parte de sus edificios más emblemáticos. El conjunto arquitectónico, sede de la Bienal de SãoPaulo, es un claro ejemplo de esta forma de trabajar.

El propio Niemeyer ha querido que la exposición muestre detalladamente su forma de trabajar. Antes de construir, dibuja y escribe mucho. "Hasta que la idea no está clara sobre el papel" dice Lauro Cavalcanti, "no empieza a trabajar con el edificio". Por eso la muestra recoge numerosos esbozos de gran tamaño de lo que luego serían sus edificios más populares.

¿De qué edificio se siente Niemeyer más orgulloso? Cavalcanti cree no equivocarse al señalar la sede parisina del Partido Comunista realizada en 1965 durante sus años de exilio en Francia. "Siempre ha agradecido que el entonces presidente Charles de Gaulle le permitiera trabajar como un técnico francés más. También está muy satisfecho de todo lo construido en Brasil". ¿Sigue Niemeyer teniendo un pensamiento de izquierdas? "Totalmente", responde el comisario.

El primer edificio que Niemeyer ha creado para España, el centro cultural de Avilés, es también una forma de mostrar sus últimos ensayos tecnológicos. En él ha utilizado la silicona para conseguir eludir las líneas rectas en las cúpulas.Con casi 102 años, el artista "aún trabaja cada día", dice el comisario

Palacio de Alvorada en Brasilia (1960).
Palacio de Alvorada en Brasilia (1960).
Un dibujo con las vistas desde su estudio en Río de Janeiro.
Un dibujo con las vistas desde su estudio en Río de Janeiro.

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