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Columna
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Lo que hay que oír

Confieso que hay veces en que está uno a punto de entregarse al desánimo. ¿De verdad era preciso que Rodríguez Zapatero se dejara ver en Villa Berzotas o como diablos se llame ese paraíso de rijosos crepusculares en compañía de Berlusconi? ¿De verdad el clan socialista de Benidorm está dispuesto a retirar la moción de censura a condición de que los populares valencianos abandonen las alcaldías que tomaron valiéndose de la argucia de los tránsfugas? ¿Saben realmente lo que están diciendo, o es que hacen política a costa de los ciudadanos echando mano de la otrora famosa venganza del chinito? Ya metidos en faena, ¿es Leire Pajín realmente valenciana, o sólo a ratos, o sólo de origen, adopción, gusto, vocación o convicción? ¿Le importa eso de verdad a alguien? ¿Era, o es todavía, o lo será cuando se haga con Bancaixa (espero que no ocurra, porque allí podría yo tener depositados mis escuálidos ahorros, como si menda fuera un monte de piedad), si lo desea, Eduardo Zaplana valenciano a la manera incondicional que entiende el asunto el gran antropólogo Francisco Camps o se trataba de un guiño de conveniencia, o de complacencia transitoria, por más que en sus buenos tiempos de escalador asistiera a todas las romerías disfrazado de monaguillo con su bastoncito y su canesú?

Y ya que estamos en estas, ¿conseguirá alguna vez la vicepresidenta Fernández de la Vega decir más de una frase seguida sin echar mano de atril para recitar sus notas? Se dirá que eso es lo de menos, pero ya me gustaría a mi ver al lector charlando con un amigo que no suelta prenda sin consultar antes sus notas a fin de que no se le escape la literalidad, o la uniliteralidad, o la transversalidad, o yo que sé, ya ven que me he hecho un lío. Y, por otra parte, que viene a ser la misma de todas, ¿qué hace el gran Mario Vargas Llosa quejándose de que el presidente del Gobierno español reciba a Evo Morales? ¿Es que le parece un poquito más indígena que él mismo o porque lo toma por un indigenista exagerado que trata de salir de la indigencia? Algo parecido cabría decir de los bocazas interesados que califican al templadito Barack Obama de socialista cuando no de bolchevique sin más por su interés en echar una menos a esos 45 millones de norteamericanos que carecen de seguro médico, mientras que aquí, y por otra parte, la llamada Ciudad de las Artes Escénicas adeuda 27 millones de euros por no hacer nada, y se funde otros trescientos mil anuales en el sueldo de los que nada hacen salvo imitar a Alí-Babá.

Abril podrá ser el más cruel de los meses, según el poeta Eliot, porque contribuye a marearnos con apariencias de eternidad reiterada, pero en la realidad doméstica de las urgencias cotidianas lo más cruel es el otoño, ya sin principio ni final, porque es cuando los políticos reemprenden alegremente una reválida aparcada con la ceja puesta en la aprobación de los presupuestos generales y cuando las empresas que cerraron a finales de julio para ahorrarse pagar a sus empleados las vacaciones de agosto no piensan reabrir por nada del mundo sus instalaciones, en un juego de más cartas también reiterado que se parece cada vez más a esas instalaciones de pretensiones artísticas donde todo consiste en encerrar a una vaca de mentirijillas en una urna acristalada rebosante de formol. Un paso más, y las próximas vanguardias del arte ofrecerán en el IVAM esqueletos de obreros de los oficios más diversos en el momento preciso en el que descuajeringan sin herramienta, voto o puñal que llevarse a la boca desdentada.

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