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Columna
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Quimera

Durante el largo ciclo expansivo de nuestra economía, los diferentes gobiernos, en una peligrosa actitud de autocomplacencia, olvidaron que la evaluación del desarrollo económico se debe realizar midiendo su impacto en el bienestar social y la calidad de vida de la ciudadanía. Resulta ahora dramáticamente evidente que el importante crecimiento económico, anterior a la grave crisis que nos asola, no se ha aprovechado para superar los graves déficits y desequilibrios sociales que sitúan a Galicia -y a España- entre los países con menor cohesión social y con mayores desigualdades de renta de la Unión Europea.

Mídase como se mida la evolución de la protección social -gasto como porcentaje del PIB o gasto social por habitante-, tómese como referencia los informes de la OCDE o los del Eurostat, los datos hablan con una elocuencia incontestable. El gasto social en Galicia y en España representaba en esos años de crecimiento aproximadamente el 20% del PIB mientras el promedio de la UE (15) era del 27%, con el agravante de que el nuestro ha venido disminuyendo desde 1993, año en el que representó el 24% de la riqueza nacional. El resultado ha sido un empeoramiento del déficit en educación, sanidad, o pensiones, es decir, en todas las dimensiones de nuestro raquítico Estado del bienestar. En lo que se refiere a los servicios de ayuda a la familia, en un país en que retóricamente se proclama a ésta como el centro de la sociedad, las carencias son escandalosas y, por tanto, difícilmente sostenibles por más tiempo. Todo ello limita, además, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y condiciona negativamente la revitalización demográfica del país.

Si PSdeG y BNG centran el debate en los problemas sociales, se asentarán como oposición creíble

Estos son los problemas reales que afectan a centenares de miles de nuestros conciudadanos. Situarlos en el centro del debate político es la obligación de la izquierda, y debería ser también su estrategia en abierta contraposición a la de la derecha, cuya insensibilidad social le ha impedido aprovechar el ciclo expansivo de la economía para corregir el histórico retraso social de Galicia, y les lleva ahora a intentar que los ajustes en la economía se realicen a costa de la protección social y de los servicios públicos.

Parece que el PSdeG y el BNG han emprendido ese camino. Si lo continúan con rigor y firmeza, no sólo encontrarán de forma natural un espacio de unidad y colaboración, sino que se asentarán como una oposición creíble con vocación de alternativa. Porque, en efecto, la alternativa al Gobierno presidido por Feijóo es posible a corto plazo si se considera que el PP dispone de un solo diputado de diferencia respecto a la oposición, muy lejos de aquellas mayorías que obtenía en la época de Fraga, que le otorgaban un margen que oscilaba, según el momento, entre 7 y 10 diputados.

Ahora bien, para que esa alternativa sea creíble, el PSdeG debe abandonar su aspiración -quizás sería más exacto calificarla de fantasía- de configurarse como alternativa en solitario al PP. Conviene que recuerde que en 2005, con el PSOE en la cresta de la ola tras el triunfo de Zapatero y compitiendo con un candidato como Fraga, en el final de su ciclo político y biológico, sólo obtuvo 25 diputados, a una distancia sideral del PP, que logró 37. Ahora que el PSOE no pasa por su mejor momento y el viento sopla en la proa de la nave socialista, pensar que el PSdeG puede ser por sí solo alternativa al PP es pura y simplemente una quimera. Por su parte, el BNG debe asumir definitivamente que desde la minoría política y parlamentaria no puede intentar desvirtuar, hasta hacerlo casi irreconocible, el programa del partido mayoritario de una coalición de gobierno.

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A diferencia de Cataluña y el País Vasco, en Galicia no existe capacidad de maniobra para alumbrar diferentes fórmulas de Gobierno. Por lo tanto, durante los próximos años, el retorno a un gobierno progresista sólo será posible a través de una renovada colaboración entre socialistas y nacionalistas que, superando los errores del pasado, recuperen la credibilidad política como opción de gobierno. Un amplio sector de la sociedad gallega, alertada y alarmada con las primeras medidas del Gobierno Feijóo, espera una respuesta contundente, pero sólida, de la izquierda gallega. Sería conveniente que socialistas y nacionalistas no defraudaran de nuevo a la ciudadanía.

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